La joda de ser escritor, hoy
Uno. Todavía en los 60’s (maravillosa década), la vocación literaria atañía en exclusiva al Arte. Se asumía el llamado de las letras, se acometía el primer poemario, la primera ristra de cuentos, la primera novela y, si se publicaba, el artista-escritor se entregaba atado de manos y pies al azar de la crítica y de la lectura. Los Dioses lo asistieran.
Dos. En los 70’s, ya no sólo a los periodistas, sino a historiadores y sociólogos, la mayoría recién posgraduados, les dio en la flor de la poesía, el cuento, la novela. Esto en medio de una Guerra Sucia Cultural en la que diversas facciones se disputaban el poder intelectual, tan en los lindes del Poder a secas.
Tres. Origen, la Guerra Sucia Cultural, de la “desaparición” de tantos grandes escritores. Martín Luis Guzmán, Salvador Novo, Agustín Yáñez, Luis Spota…
Cuatro. Y nació y creció la burocracia literaria. Becas, premios nacionales y parroquiales, estímulos del tipo de las prerrogativas de los partidos políticos. No extraña la desatada rebatiña.
Cinco. Hoy por hoy, la competencia para el escritor (poeta, cuentista, novelista), ya no sólo surge de las redacciones de los medios y los cubículos académicos, sino también de cocinas lujosas, vidas matrimoniales aburridas, ocio de celebs, divorcios furiosos, escándalos políticos y empresariales.
Seis. Y, para acabarla de amolar, la literatura se vuelve “política por otros medios”.
Siete. El pobre escritor inédito, se entera por ejemplo, conturbado, que dos políticos, uno aspirante a la Presidencia de la República, el otro a la Historia, Rafael Moreno Valle y Carlos Salinas de Gortari respectivamente, lanzan sendos libros. En medio de espectaculares, atención de la prensa, presentaciones rimbombantes. Puritita mercadotecnia.
Siete. Don Rafael, es verdad, en plan de primerizo en las literarias lides. Don Carlos, en cambio, presumiendo otros títulos y su pertenencia, quién lo creyera, al establo de la desaparecida Carmen Balcells, Emperatriz del Boom!, Olimpo al que lo condujo “Gabo” García Márquez. Si usted no lo sabe, le informo que Salinas de Gortari, ahí presente, se reventó un lloroso epitafio del homenaje que la ciudad de Barcelona rindiera a doña Carmen. ¡Suertudo!
Ocho. Aunque autobiográficos, a ambos libros los reclama la Ficción.
Nueve. Moreno Valle elabora el retrato de una estirpe familiar linajuda que se tiende al siglo XIX, y el elogio propio de su gestión como gobernador del sufrido Estado de Puebla. Don Carlos deja chiquito a Kissinger como negociador entre Estados Unidos y Cuba.
Diez. Que en la realidad contante y sonante, la gestión poblana de Moreno Valle despierte serias dudas, o que acabara en ruinas el Primer Mundo que Salinas prometiera, no importa.
Once. Uno, el “hombre de la situación” que México espera mordiéndose las uñas. Otro, el arquitecto del acercamiento entre Castro Ruz y Clinton. ¡Ooooohhhh!
Doce. Lo indudable es que si yo me hubiera topado, en mis inicios en esto de la “artistiada” literaria, con tamaña competencia, no me hubiera atrevido ni por pienso a probar las miles y los venenos de la literatura.
Doce. Conjeturo que, mejor hubiera optado por la regalada, la desvergonzada pero redituable política.
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