Brasil, otra vez
Esta semana hemos tenido que hablar mucho del resto del mundo, especialmente de China y Estados Unidos, pero Brasil regresa. Hoy se cumplen 51 semanas de que el Senado de ese país separó a Dilma Rousseff temporalmente de su cargo para proceder a investigaciones de corrupción. En agosto pasado la suspensión fue definitiva.
En realidad, se trató de un proceso de desafuero (impeachment, le dicen en Estados Unidos, y a lo mejor lo usaremos con alguna frecuencia en los próximos meses). Este mecanismo es el equivalente en los regímenes presidenciales de un voto de confianza en los parlamentarios. Aunque hay un tema judicial en el fondo, lo relevante es el proceso político en el cual el Ejecutivo debe sumar suficientes votos en el Legislativo para quitarse de encima la investigación. En Estados Unidos, por ejemplo, Clinton lo logró, y Nixon renunció porque sabía que no lo lograría. Dilma no lo logró.
Pero no es que la presidenta de Brasil fuese la única con acusaciones de corrupción. De hecho, lo que se le atribuyó fue mucho menos de lo que se ha estado achacando a buena parte de los políticos de ese país. En esta semana
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