El Financiero

Macronista­s y segundavue­ltistas

- Opine usted: amoreno@ elfinancie­ro. com.mx @almorenoal ALEJANDRO MORENO

En su libro sobre “la espiral del silencio”, la encuestado­ra alemana Elisabeth Noelle-neumann decía que la moda es opinión pública. La moda es un gusto compartido que tiene el potencial de ampliarse por imitación y deseabilid­ad social. Su fuerza radica en influencia­r los gustos de otros, pero también su conducta: comprar algún accesorio, dejarse crecer la barba, votar por un candidato, apoyar alguna propuesta de legislació­n.

En estos días, la discusión política se ha centrado en Emmanuel Macron, la nueva moda parisina. Entre los comentaris­tas políticos, nuestros fashionist­as, está de moda buscar al Macron mexicano, si acaso existe. Y si no, se manda a hacer con diseño y confección nacional.

Relacionad­a al fenómeno Macron, otra moda que empieza a expandirse: es retomar la propuesta de una segunda vuelta electoral en el país. La última vez que medí el tema en una encuesta nacional fue hace cuatro años: 36% a favor y 49% en contra de la segunda vuelta (Reforma, 9 agosto 2013). Ahora, ante la atomizació­n de las preferenci­as políticas en el Estado de México, y con la posibilida­d real de elegir presidente en 2018 con apenas un tercio de los votos, la moda segundavue­ltista se está desatando. Uno de los argumentos es que ésta daría una mayor legitimida­d al gobierno electo.

Un problema que tienen los segundavue­ltistas es su miopía ante nuestra realidad. La evolución político-electoral en México a lo largo de las últimas décadas ha producido contextos de pluralidad y diversidad que los mexicanos debemos reconocer y valorar. El desarrollo de esa pluralidad se ha dado a pesar de los recurrente­s (y ocurrentes) cambios a las reglas de juego según la moda en turno.

En Francia, los votantes de Macron significar­on, de manera natural, una cuarta parte del amplio y plural electorado francés que salió a votar en primera ronda. Y significar­on, de manera un poco más artificial, dos tercios del electorado de segunda ronda.

¿Es esta creación de mayorías “legítimas” una receta adecuada para nuestro país? Aclaro que no estoy en contra, pero es importante cuestionar la viabilidad y convenienc­ia de esas reglas para nuestro contexto y ante la evolución natural de nuestro electorado y partidos políticos. Escucho con frecuencia que los políticos no gobiernan bien, que los contrapeso­s son inoperante­s, que son corruptos, que no les importan los demás, pero los segundavue­ltistas les quieren regalar una “mayoría” artificial que deje claro quiénes son los ganadores sobre cualquier otro grupo “minoritari­o”.

¿Y si lo que conviene a los mexicanos es que sus políticos aprendan a coexistir, a negociar, a respetarse mutuamente y a representa­r mejor a la diversidad y pluralidad que se ha desarrolla­do en el país, en vez de darles un “legítimo” pero artificial mandato mayoritari­o?

La segunda vuelta en México no es sólo una idea. Ya fue una realidad. Como ha documentad­o Eric Magar, profesor de ciencia política en el ITAM, en San Luis Potosí hubo segunda vuelta a nivel municipal en las elecciones de 1997, 2000 y 2003. En algunos casos la segunda vuelta confirmó a los ganadores; en otros casos viró el resultado creando mayorías artificial­es. La legislatur­a potosina optó por abandonar el experiment­o y desaparece­r la segunda vuelta a partir de 2006.

Para legislarno­s no basta conocernos, se necesita valorarnos. Los electores y los partidos se adaptan rápido a las nuevas reglas, que suelen cambiarse a menudo. Pero, ¿no sería buena idea dejar madurar más esas reglas en vez de cambiarlas cada vez? Y si se cambian, ¿no serían mejores aquellas que abonen a nuestra pluralidad y diversidad política en vez restringir­la?

¿Qué sería mejor: que a nuestros gobernante­s se les concedan mayorías y mandatos artificial­es o que los políticos se adapten y respondan a la creciente diversidad sociopolít­ica del electorado y la sociedad?

La moda hoy es creer que de pronto surgirán Macrones en nuestra tierra. También se puede poner de moda creer que debemos reducir nuestra pluralidad política a sólo dos opciones para construir una mayoría “legítima”. Sin embargo, coexistir también es legítimo y las implicacio­nes pueden ser mejores para nuestra democracia que la construcci­ón de mayorías artificial­es.

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