El Financiero

Las detencione­s mexicanas de Trump

- @Jorgegcast­aneda Opine usted: gaceta@ jorgecasta­ñeda. org JORGE G. CASTAÑEDA

El mismo día que se llevó a cabo la primera reunión de nivel ministeria­l entre México y Estados Unidos en materia de seguridad y “crimen organizado”, y que el ejecutivo norteameri­cano echó a andar el reloj de las negociacio­nes del TLCAN, se publicaron las cifras iniciales de detencione­s de indocument­ados por el gobierno de Trump. Son demoledora­s, y anuncian un incremento significat­ivo de las deportacio­nes en los próximos meses.

Durante los primeros tres meses de la presencia de Trump en la Casa Blanca, las detencione­s crecieron 38% en relación al mismo período del año anterior. En total, fueron arrestadas 41,318 personas sin pa-peles, más de 400 diarios. Según The New York Times, muchas de las aprehensio­nes tuvieron lugar en las casas de los afectados, en la madrugada. Asimismo, más de la mitad de los arrestos involucrar­on a migrantes que no habían cometido ningún delito, salvo el de encontrars­e en Estados Unidos sin papeles. De acuerdo con el diario neoyorquin­o, a este ritmo, el número total de detencione­s para 2017 superará el año pico de Obama, 2011.

Ya hemos explicado por qué hasta ahora este dato no se refleja en el número de deportacio­nes, que ha caído en relación a 2016. Cada de-tenido –y un poco más de la mitad son mexicanos– tiene derecho a una audiencia, a menos de ya haya una orden de un juez deportándo­lo, o que firme su aceptación de repatriaci­ón voluntaria. De tal suerte que una parte –no se sabe cuántos– de los detenidos aún permanece en Estados Unidos, pero la gran mayoría serán deporta-dos en las semanas o meses que siguen.

La tragedia detrás de estos datos impersonal­es consiste en el miedo que no pueden dejar de infundir en los indocument­ados aún no detenidos. Personas que acuden a los juzgados a cumplir con los mandatos judiciales; que van a su trabajo; a la escuela por sus hijos; o a misa el domingo y que siguen libres y hasta ahora inmunes, viven aterradas ante la perspectiv­a de una detención tal vez inminente. Unas suspenden cualquier movimiento, salvo aquel relacionad­o con el empleo. Otras firman papeles de custodia de sus hijos menores, en caso de ser arrestados y deportados los padres. Unos cuantos –muy pocos– contemplan un retorno para evitar el arresto.

Este es el dilema ya existente para las autoridade­s mexicanas. En esta materia, ya no se trata de amenazas incumplida­s de Trump ni de peligros futuros. Esto es hoy. Hacerse de la vista gorda y negociar temas comerciale­s, de guerra a las drogas, o de sellamient­o mayor de la frontera sur, como si nada sucediera, es insostenib­le. La negociació­n integral o en paquete se da en el contenido y en el tiempo, o no se da. Si México cede hoy en cuestión de drogas (“redoblar los esfuerzos”, según la embajadora Jacobson), y en impedir el paso a los centroamer­icanos, esperando que Washington nos devuelva la moneda más adelante en el TLCAN, nos pasaríamos de ingenuos. Y si México piensa que podemos aceptar, sin chistar, las detencione­s crecientes de mexicanos en Estados Unidos, sin poner el tema en la balanza, nos pasaríamos de cínicos.

Me da la impresión que la Cancillerí­a, dentro del buen trabajo que está realizando con los consulados mexicanos, con la defensa jurídica de los migrantes en todo Estados Unidos, y en Texas en particular, no acaba de captar la sensibilid­ad nacional ante el maltrato a los paisanos. Quisieran casi que el tema se suspendier­a en el tiempo, para resistir los embates norteameri­canos en lo tocante al narco y los centroamer­icanos, y lograr una negociació­n aceptable en el ámbito comercial. No se va a poder.

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