La maldición del último año
La cuenta regresiva de las campañas en el Estado de México está en su etapa final y mientras los candidatos echan el resto con todo tipo de promesas y descalificaciones en contra de sus adversarios, por otro lado ya trabajan las áreas jurídicas, unos para defender su triunfo obtenido en las urnas y otros a tratar de revertir los resultados en los tribunales.
Desde el rebase de los topes de campaña hasta delitos en la jornada electoral, son algunas de las imputaciones que se harán en el campo judicial. De igual manera las manifestaciones y toda la serie de protestas que harán los inconformes para desestabilizar y presionar a las autoridades para cambiar el resultado de los comicios del 4 de junio, estarán a la orden del día.
Morena y los grupos afines que tiene, como la CNTE y los antisistémicos tienen una ruta crítica perfectamente definida que comienza con el conflicto postelectoral en la entidad mexiquense y se acentuará en la elección presidencial de 2018.
Así es, aquellos ilusos que creen que Morena, en primera instancia, va a ganar la elección, pues están totalmente equivocados, y segundo, Andrés Manuel López Obrador hará otro berrinche que, por desgracia provocará, una vez más, pérdidas millonarias por los plantones, manifestaciones y toda clase de actos vandálicos y abonará a que la escisión entre los mexicanos se recrudezca.
El objetivo que se busca al causar el caos y la desestabilización es que la población voltee hacia Morena como una opción real para ganar los comicios de 2018, ante la incapacidad del gobierno para aquietar a los revoltosos y de propiciar condiciones mínimas de gobernabilidad.
Son al menos 12 meses que se avecinan los que estarán plagados de complicaciones y este periodo empieza a vislumbrarse como la maldición del último año de la actual gestión gubernamental, el cual estará acompañado por un entorno económico internacional adverso y el escenario nacional tendrá una de las etapas más complicadas de las últimas décadas.
El último año de la administración del presidente Peña Nieto, se percibe será desfavorable y es precisamente donde las áreas de inteligencia del Estado y de gobernabilidad tienen que aplicarse al máximo.
En este contexto, seguramente el Presidente tendrá que hacer cambios en su gabinete, para que aquellos que tienen aspiraciones para sucederlo, como Miguel Ángel Osorio Chong, se concentren en varios temas, el principal, mantener la gobernabilidad y paralelamente terminar de instrumentar las tareas pendientes de las Reformas Estructurales, particularmente en los ámbitos de la educación y la energía.
En la elección de 2018 no sólo está en juego la Presidencia, sino, efectivamente, el futuro del país; en ese sentido, no sólo los partidos políticos y sus principales personajes trabajan para esa fecha, sino que la propia sociedad se debe involucrar totalmente para que más allá de quién resulte vencedor, se garanticen que las reformas estructurales evolucionen para mejorar las condiciones sociales y económicas de la población, así como las grandes obras de infraestructura que se están construyendo, como el aeropuerto Internacional de la CDMX, se concluyan.
Estos tiempos convulsionados que vienen y que están contaminados por la elección presidencial requieren madurez política de todos los protagonistas, tal vez sea el momento, como ocurrió al principio del sexenio de Peña Nieto, signar un nuevo pacto que le otorgue al país la paz social y las óptimas condiciones de estabilidad para esta nueva etapa de la historia del país, eso o de plano esperar las consecuencias de la maldición del último año del sexenio.