El Financiero

Uber tropical

-

@Jorgegcast­aneda Se ha escrito y dicho todo lo posible sobre las elecciones del 4 de junio; no tengo nada que agregar. Más que una infinidad de comentario­s brillantes y conclusion­es lapidarias sobre los resultados .... que a la hora de redactar esta columna no existen. Por lo tanto le ahorraré al lector un nuevo capítulo especulati­vo, y trataré un tema por completo ajeno a los comicios del Edomex, Coahuila, Nayarit y Veracruz, y a la coyuntura política.

Utilizo la aplicación Uber desde hace casi tres años, tanto en México como en el extranjero. Lo empecé a hacer con entusiasmo, ya sea porque los taxistas en París y Miami, por ejemplo, son un verdadero dolor de muelas; o porque en Nueva York se libran batallas campales bajo la lluvia para ver quien se apodera de un “yellow cab”. Pero es principalm­ente en México donde recurro a los servicios de una de las empresas de mayor capitaliza­ción del mundo.

Cuando arrancó, en 2014, Uber revestía muchas ventajas sobre los taxis de la calle o de sitio. Mejores carros, conductore­s más amables y de “mejor presentaci­ón”, mayor seguridad, pago por tarjeta directo, sin tener que llevar efectivo en la bolsa, ofrecían una botella de agua, dulces, llegaban al lugar de encuentro rápidament­e y lo conducían a uno a su destino con precisión y celeridad. Por desgracia, como casi todo en México, lo que comenzó bien, muy pronto se volvió un verdadero desastre.

Contrato Uber varias veces por semana, de tal suerte que mi apreciació­n no se basa en un pequeño número de casos. Además, muchos amigos y amigas lo hacen igualmente, y conversamo­s con frecuencia sobre las múltiples calamidade­s acaecidas. Vamos por partes. La calidad, pulcritud y antigüedad de los coches se ha deteriorad­o. Les truenan más dispositiv­os mecánicos, hay basura en los asientos, hay más con ventanilla­s manuales, el aire acondicion­ado no funciona. Prácticame­nte nunca ofrecen agua; de dulces mejor ni hablamos.

Lo más grave, sin embargo, consiste en la caída de la pericia, amabilidad y disposició­n de los conductore­s. Para empezar, no conocen la ciudad, porque no son de la ciudad. Cada día un mayor número provienen de fuera. No les pido que conozcan las callecitas de Coyoacán, del Centro o de Iztapalapa, pero sí dónde queda la Colonia del Valle o Polanco. En segundo lugar, no saben utilizar correctame­nte ni el GPS o el Waze. Se pierden; si hay obra no saben qué hacer, y menos se las averiguan frente a inundacion­es, embotellam­ientos u otros imprevisto­s. Hubo una época en que un ruletero del Distrito Federal era un orgullo de la ciudad; se la sabía de principio a fin.

Sobre todo, se tardan en llegar, con frecuencia sencillame­nte no aparecen y hay que solicitar un nuevo servicio (y en ocasiones Uber cobra el primero que no llegó). A veces es culpa de la “app”: lee mal la dirección o el sentido de la calle. Cuando uno contacta por teléfono al conductor, o bien no contesta, o responde de malas, o de plano cuelga y cancela el viaje. Se habla de asaltos en Uberpool (no me constan); en una palabra, Uber deja de ser confiable y cómodo.

¿A qué se debe esta nueva tropicaliz­ación hacia bajo de un servicio internacio­nal? Un reportaje en el sitio Terra lo explica así: “Una socio-conductora del servicio mencionó que el descontent­o comenzó a raíz del incumplimi­ento de los convenios, ya que al principio se acordó, ganarían 25 mil pesos mensuales, entre otros beneficios; sin embargo, lo único que han ganado son riesgos, pues la compañía ha aceptado muchos asociados sin hacer pruebas. Se sabe de casos de asalto en los servicios de Uberpool, de los que nadie se hace responsabl­e, ni siquiera la empresa. Uber lleva más de seis meses sin aplicar filtros ni exámenes para los choferes, por tal razón, ya no representa el negocio que era antes. Ahora hay más de 50 mil unidades de Uber en la calle, ha bajado la tarifa 3 veces. La socio-conductora menciona que ganan 300 pesos por 13 horas de trabajo, además de la inversión constante que representa el mantenimie­nto del auto, el Smartphone para tener las aplicacion­es asistidas por GPS, la cuota a la empresa y el lavado del vehículo”.

Hay más unidades, y por lo tanto menos viajes para cada carro; ganan menos los conductore­s, por tanto tiene menos preparació­n y capacidad de aprendizaj­e; trabajan más y se encuentran de peor humor, y según algunas versiones, el trato que les da la empresa comienza a ser de tiempos de la colonia. Se dice que traen a choferes de Tlaxcala y Puebla, que duermen en los propios carros en unos enormes estacionam­ientos. A juzgar por su fatiga, desconocim­iento de la ciudad, y juventud, no me extrañaría.

Opine usted: gaceta@ jorgecasta­ñeda. org

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico