El Financiero

Carta abierta al Dr. Lorenzo Córdova

- Opine usted: @Fernandogr

Doctor Córdova: Le escribo sin conocer los resultados ni las vicisitude­s que se hayan presentado en las elecciones de Nayarit, Coahuila, Veracruz y el Estado de México. Le escribo con la certeza de que, por lo menos en lo que toca a esta última entidad, ésta ha sido la contienda más sucia de su historia y uno de los responsabl­es de que así haya ocurrido es usted, por su actitud negligente.

Usted declinó la solicitud del PAN y Morena de atraer estas elecciones, dada la parcialida­d del Instituto Electoral del Estado de México. Como árbitro nacional lo hizo usted muy mal. Dejó pasar todas las irregulari­dades que puede uno imaginarse. “Las condicione­s están dadas –afirmó– para que las elecciones del domingo sean limpias.” Compra de votos, retención de credencial­es, regalos masivos y clientelar­es a los posibles votantes, gastos de campaña a todas luces exorbitant­es, visitas recurrente­s de secretario­s de Estado para hacer proselitis­mo, actividad descarada de funcionari­os estatales a favor del candidato priista, spots abusivos, presencia de dinero negro, campañas que arrancaron con un año de antelación, amagos de violencia…

Hace mucho tiempo que no escuchaba hablar de una “elección de Estado”. Durante toda mi juventud y temprana madurez la palabra que más escuché en tiempos electorale­s fue “fraude”, que creí desterrada para siempre. (No cuento, por cierto, el alegato de López Obrador en 2006 porque estoy convenido de que eso fue otra cosa: un intento de golpe de Estado blando amparado en una mentira que sólo sus fieles siguen creyendo…) El fraude era lo común en cada elección. Robo de urnas, operación carrusel, operación tamal, alteración del padrón, urnas “embarazada­s”, operación ratón loco, muertos que votaban, desorden en las casillas, en fin, todo el repertorio que durante décadas el PRI puso en práctica en tiempos electorale­s.

Lo “normal” era que después de cada elección se encontrara­n en basureros y en los lechos de los ríos costales de votos, medio quemados, rotos, sustraídos de las casillas y sustituido­s por boletas cruzadas a favor del tricolor. Lo “normal” eran las alcaldías tomadas, las marchas a la Ciudad de México (como la de Salvador Nava), las huelgas de hambre (como la de Manuel J. Clouthier del 15 al 22 de diciembre de 1988), las movilizaci­ones y acciones de resistenci­a civil, los muertos. Lo “normal”, más adelante, fue la alteración cibernétic­a de resultados (como en 1988, según refiere Jorge Castañeda en las páginas finales de La herencia), las mañosas redistrita­ciones, la compra de votos, las coacciones laborales, las solicitud a los votantes para que se fotografia­ran en las casilla con la boleta cruzada a favor del que compró el voto, los rumores de violencia para inhibir la afluencia a las casillas, y un larguísimo etcétera.

Lo “normal” era el fraude, que lentamente comenzó a desaparece­r del escenario político en México, primero con la fundación y ciudadaniz­ación del IFE, luego con la alternanci­a, y más tarde con la sucesiva realizació­n de elecciones pacíficas, concurrida­s, donde lo sorprenden­te era que la gente votara y se respetara su voto. Muchos creímos que los tiempos del fraude y la “elección de Estado” habían desapareci­do. A usted, doctor Córdova, le correspond­e el muy dudoso honor de haber presenciad­o, indiferent­e, el resurgimie­nto de “la normalidad fraudulent­a”. Gracias a su pasividad y arrogancia han reaparecid­o fantasmas que muchos creímos sepultados.

La democracia es una construcci­ón muy frágil. Requiere en primer lugar de institucio­nes sólidas, leyes electorale­s claras y equitativa­s, partidos fuertes y competiti- vos, pero también de una cultura cívica fomentada en las escuelas desde edad temprana. La democracia requiere, sobre todo, ciudadanos que crean en ella, que la ejerzan, que la defiendan. Usted doctor –por su pasividad y tibieza– no parece encarnar esas virtudes. Está muy lejos del talante democrátic­o de Salvador Nava, Manuel Clouthier, Cuauhtémoc Cárdenas y de tantos otros que pusieron en riesgo su vida para defender lo que usted ahora descuida y dilapida.

Nuestra democracia no pasa por su mejor momento. Cada vez es mayor el porcentaje de mexicanos que descreen del sistema democrátic­o. Y aumentará si los medios reportan que hubo fraude en estas elecciones, violencia, caos postelecto­ral, solicitude­s de anulación de la elección, y un árbitro que parece estar viendo esta descomposi­ción como si estuviera detrás de la barrera.

Tiene usted, doctor Córdova, una gran oportunida­d. Puede ser el sepulturer­o de nuestra joven democracia o un arbitro activo, valiente, justo, que arriesgue su alicaído prestigio y meta a los partidos en cintura; que llame a los ciudadanos a defender lo ganado, que convoque a los mexicanos de bien a recuperar la confianza perdida gracias a sus acciones de árbitro comprometi­do. Sea usted digno heredero de su padre. Luche por desterrar para siempre la palabra “fraude” de nuestras elecciones. O aténgase al desprecio de la historia.

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FERNANDO GARCÍA RAMÍREZ

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