Anaya, el gran perdedor
Desde que inició el proceso electoral en el Estado de México, Ricardo Anaya empezó a tomar malas decisiones para el PAN. La soberbia y su obtuso capricho por ser el próximo Presidente de México lo orillaron a seleccionar a una pésima candidata, Josefina Vázquez Mota, y, no obstante que tenía mejores prospectos para esa posición, se aferró a una carta perdedora.
El cuarto lugar que alcanzó Josefina representa el mayor descalabro que ha tenido el PAN desde que perdió la Presidencia de la República, y pone al borde del colapso a ese organismo político que, después de estar en la mismísima antesala de Los Pinos, ahora se desploma estrepitosamente.
Al Cerillo, como le llaman cariñosamente a Ricardo Anaya sus amigos, le fallaron los cálculos desde que ganó varias gubernaturas el año pasado. No descansó ni un momento para vanagloriarse de tales victorias electorales en Veracruz, Quintana Roo, Tamaulipas, Chihuahua, Durango y Aguascalientes, sin considerar varios elementos exógenos que jugaron a su favor: uno de ellos, la urgencia de la alternancia que había en esos estados. La población estaba harta de sus gobernantes y clamaba un cambio.
Otro factor que influyó en alcanzar la victoria fue, sin duda, su alianza con el PRD, misma que el Cerillo ignoraba, especialmente en las entrevistas en donde daba cuenta de sus logros. La propia dirigencia del PRD reclamó airadamente a su aliado para que les diera el merecido crédito.
Ahora pierde de forma escandalosa el Estado de México; también carga con la derrota en Coahuila y sólo en Veracruz, en alianza con el PRD, impulsa al PAN a obtener el triunfo en la mayoría de las alcaldías. En Nayarit, cualquiera hubiera ganado, menos el PRI, los nayaritas terminaron aborreciendo a su gobernador priista.
La obsesión de Anaya y su forma desaseada de hacer política le ha merecido una serie de descalificaciones por panistas de cepa, como es el caso de Margarita Zavala, quien lo acusó de mentir, hacer trampa, simular, pactar con el gobierno y otros partidos a espaldas de la militancia. Y va más allá la esposa de Felipe Calderón al denunciar que Ricardo Anaya amenaza a quien la apoya y la ataca a través de terceros. La forma de hacer política de Ricardo debilita al PAN como una opción de cambio para el 2018, pero lo peor es que, bajo su dirigencia, “en el PAN se han intensificado prácticas que despreciamos del PRI”, apunta Zavala.
Anaya es el responsable de la derrota del PAN y, cuando trata de soslayar el fracaso, sólo pone en evidencia su ignorancia al minimizar un padrón electoral de 11 millones de votantes.
EL PAN debe aprender de las derrotas. El sortear la situación adversa y convertir una derrota en una oportunidad de crecimiento, primero requiere de un análisis profundo para luego corregir y enderezar el rumbo. Ricardo Anaya es el principal obstáculo para que el PAN se mantenga competitivo en la elección presidencial del próximo año.
No es posible que el PAN se ajuste a los tiempos y necesidades de un militante, aunque este sea su presidente, en vez de tomar cartas en el asunto para elegir a su candidato a la elección presidencial a la brevedad, mediante un método equitativo y con reglas claras y precisas.
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