4 de junio: ganadores y perdedores
• Gana AMLO porque Morena se posiciona como segunda fuerza en el principal coto de reserva de voto priista –cosa impensable hace un año.
• Gana Juan Zepeda, y el PRD con él, que se sitúa como tercera fuerza en una elección donde López Obrador no daba un centavo ni por uno ni por otro. El hecho es que el partido del sol azteca ha resucitado y se posiciona rumbo a 2018.
• La libra el PRI de panzazo. Mantiene el Estado de México. Pero la victoria lo deja vapuleado y la elección presidencial se les anticipa extremadamente complicada.
• Ricardo Anaya y el PAN obtienen resultados por debajo de lo esperado. Vázquez Mota se hundió en el cuarto lugar. Y en Coahuila, lejos de arrasar, el resultado es muy apretado. Las victorias en Nayarit, Veracruz y posiblemente Coahuila, compensan pero no sanan el descalabro en Edomex.
• Los resultados del domingo echan por la borda dos supuestos que algunos consideraban “evidentes”: a) la precampaña y campaña de AMLO como un paseo de triunfos y ovaciones, cuya primera estación sería el Estado de México; b) el PAN es el partido que capitalizará inevitablemente todo el voto inconforme de los que no quieren a Morena ni a López Obrador.
• Lo anterior tiene dos implicaciones relevantes. AMLO se aferrará, en lo inmediato, a la denuncia y protestas contra el fraude electoral. Pero más allá de eso, si tiene cuatro dedos de frente, cosa que no se puede asegurar, deberá reconocer y procesar que de haberse aliado con el PRD habría arrasado en Edomex.
• El PAN, por su parte, debe evaluar su derrota en Estado de México frente a sus victorias en Nayarit y Veracruz, donde fue en alianza con el PRD. La secretaria general de ese partido, Cecilia Romero, lo sentenció, antes del 4 de junio, con toda claridad: si vamos en solitario, no ganaremos en 2018.
• Sorpresas que da la vida. El PRD, de estar en la lona, se encuentra ahora en una situación privilegiada. Si AMLO reacciona y considera que la alianza de toda la izquierda es indispensable para ganar, los perredistas podrán negociar desde una posición de fuerza, como planteó Juan Zepeda en su campaña.
• Pero si no fuera el caso, la posibilidad de una alianza con el PAN cobra fuerza por razones evidentes: las victorias obtenidas en 2016 y 2017, y el hecho que el PRD en solitario podría quitarle votos a López Obrador, pero no formaría parte de una coalición ganadora.
• Todo lo anterior desatará un debate en el interior del PRD. Los partidarios de un polo de izquierda a toda costa se enfrentarán con quienes plantean un frente opositor amplio, a partir del acuerdo PAN-PRD. El desenlace de esa confrontación es incierto, pero es un hecho que después del 4 de junio tendrá un aire e ímpetu que no permitía la condición de partido postrado.
• Independientemente de todo lo anterior, los comicios en Edomex dejan un sabor amargo. Amén de los excesos de todos los partidos, salpicados de tinacos y demagogia, para no hablar del operativo federal a favor del candidato oficial, los electores mexiquenses se vieron ante la disyuntiva de votar por el cambio, que es un regreso al priismo de los años setenta, bajo la égida de López Obrador, o refugiarse en la inmovilidad y el status quo del grupo Atlacomulco, que ha dejado un saldo de corrupción, violencia e inseguridad. El menor de los males, en este caso, es también el voto de la desesperanza y la frustración porque se sabe que más de lo mismo no es ni remotamente la solución de los problemas.
• Hay, por si hiciera falta, factores que complican más las cosas. Del Mazo se impondrá con el 32 por ciento de la votación, dada una tasa de participación apenas superior al 50 por ciento, por lo que gobernará con el mandato de 20 por ciento o menos de los ciudadanos. Y enfrentará, además, un Congreso dividido con el que difícilmente alcanzará acuerdos.
• Lamentablemente, la elección presidencial se jugará bajo coordenadas similares. Una oferta de salto mesiánico al pasado versus el voto prudente que opta por el mal menor, pero en el entendido que el mal menor significa contemporizar con el status quo. La mediocridad de nuestra clase política produce paramos, no Macrones empeñados en sacudir y renovar el sistema político. Así que no parece haber lugar para el verdadero cambio ni para la esperanza.