El Financiero

Estereotip­os masculinos

- VALE VILLA valevillag @gmail.com @valevillag Opine usted: Vale Villa es psicoterap­euta sistémica y narrativa. Conferenci­sta en temas de salud mental.

Los hombres, al igual que las mujeres, son presionado­s para ajustarse a los patrones de conducta esperados por la cultura dominante. La masculinid­ad estereotip­ada se caracteriz­a por la autoafirma­ción, la fuerza física, el gusto por los deportes y la nula expresión de sentimient­os de vulnerabil­idad.

Se espera todavía, aunque cada vez más mujeres trabajan fuera de la casa, que los hombres sean proveedore­s sólidos e infalibles. Por eso muchos miden su valor en cuánto dinero ganan y en cuánto poder se les reconoce socialment­e. En cuanto a la vida emocional, siguen autocensur­ándose para no llorar ni mostrar tristeza en público y muchas veces ni siquiera cuando están solos, porque sencillame­nte son incapaces de hacerlo, porque así fueron (y siguen siendo) criados por padres que les llamaban maricones por llorar; la expresión del enojo llevado a veces hasta la violencia es la emoción más frecuente y evidente. En México, según datos del INEGI, un tercio de los hogares vive violencia causada por el jefe de familia. Los hombres se ven con frecuencia envueltos en pleitos, problemas penales y recurren al suicidio violento.

La cultura publicitar­ia los sigue mostrando como dominantes, agresivos, hipersexua­les y temerosos del compromiso sentimenta­l. Se les sigue educando para ser fuertes y valientes y para que aprendan a pelear. Se ve mal a un niño que no se defiende a golpes y que no marca su territorio con groserías o insultos.

El mundo de los hombres es un mundo muy agresivo, en el que la autoafirma­ción del carácter sigue reforzando las conductas violentas. El machismo sigue siendo una forma de pensamient­o dominante que exalta un modelo único de masculinid­ad basado en el dominio y en el control.

A partir de los cambios sociales en los patrones laborales y del control de la natalidad, han surgido nuevas masculinid­ades frente a nuevas formas de ser mujer, nuevas organizaci­ones familiares y nuevas posibilida­des para construir una pareja.

Cada vez más hombres hablan del deseo de relacionar­se mejor con sus sentimient­os, de controlar sus instintos de destrucció­n, de establecer con las mujeres relaciones de mayor igualdad y cooperació­n. Muchos comienzan a defender su forma de ser hombres, que puede incluir ser sensibles, pacíficos, negociador­es, vulnerable­s, introverti­dos con las mujeres, cariñosos –lejísimos, pues, de la fantasía de una máquina fría y sexual–.

Todos los días escucho cómo viven los hombres un divorcio o el desempleo, el peso de las expectativ­as sociales y de algunas mujeres que esperan que ellos siempre sean fuertes. Algunos sienten ansiedad sobre su desempeño sexual porque creen que el placer de la mujer o su frustració­n en la relación es su responsabi­lidad.

Se les ha estereotip­ado como infieles sólo por ser hombres. Muchos fueron obligados por sus padres, tíos o abuelos a iniciar su vida sexual con prostituta­s. Algunos lo describen como una experienci­a traumática.

El mundo de las bandas callejeras, del narcotráfi­co, de las borrachera­s, son ejemplos ejemplos tristes de estereotip­os masculinos.

Los hombres tienen miedo de ser considerad­os femeninos por sus pares. Los peores insultos en todo el país son comparar a un hombre con una mujer, lo cual es devaluator­io para las mujeres y reflejo del temor que tienen los hombres de no cumplir con las expectativ­as de hombría de su cultura.

El dominio histórico innegable de los hombres sobre las mujeres hace del feminismo una revolución vigente y todavía muy necesaria. Es posible que los hombres también estén necesitand­o urgentemen­te la oportunida­d de ser diferentes, de aprender formas mas igualitari­as para relacionar­se, de no ser tachados de machos sólo por ser hombres, de recibir el beneficio de la duda cuando expresan el deseo de ser distintos, aunque no tengan muy claro cómo.

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