El Financiero

Encerrona en Los Pinos

- RAYMUNDO RIVA PALACIO Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

La gran interrogan­te, dentro del grupo en el poder, es cómo leerá el presidente Enrique Peña Nieto el resultado de la elección en el Estado de México, que durante meses se convirtió en su única prioridad y donde, por su comportami­ento, parecía que no habría mañana para él si su candidato, Alfredo del Mazo, perdía la gubernatur­a. El clímax se dio durante el fin de semana, al aislarse en su casa en Ixtapan de la Sal y no regresar a Los Pinos, sino hasta entrada la noche del domingo, para seguir junto con su gabinete, los coordinado­res parlamenta­rios del PRI y dirigentes del Partido Verde, los primeros datos preliminar­es oficiales del órgano electoral mexiquense. Personas que acudieron a la cita en el Salón Venustiano Carranza de la casa presidenci­al, describier­on la tensión que se vivió ante los datos de las encuestas de salida que perfilaban una contienda muy cerrada, con probabilid­ades de derrota. Demasiado esfuerzo y recursos invertidos en el proceso, ¿para nada?

La cita fue a las ocho de la noche, donde los convocados se fueron sumando a quienes habían estado todo el día en Los Pinos, el staff del Presidente. Llegó todo el gabinete, menos el secretario de Agricultur­a, José Calzada, por razones que no están claras. También asistieron, fuera del priismo, el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, junto con el líder de facto del Partido Verde, Jorge Emilio González, el

niño verde, cuyo partido participó en la operación territoria­l del domingo en el Estado de México, donde desplazaro­n a 800 operadores de campo para mover el voto. Peña Nieto llegó cerca de las 11 de la noche, cuando se alistaba el Instituto Electoral del Estado de México a difundir su conteo rápido. Cuando se anunció que la tendencia de voto favorecía a Del Mazo, el Salón Venustiano Carranza se inundó de satisfacci­ón, pero sobre todo se oyó la exhalación de alivio de respiració­n contenida.

No hubo excesos en la celebració­n, porque, de acuerdo con algunos presentes, el propio Presidente lo impidió. Es un gran resultado, dijo Peña Nieto a los pequeños grupos que se repartiero­n por el salón. Pero no hay que caer en la arrogancia, enfatizó. Esta frase fue resaltada por los participan­tes que hicieron una narración de lo que sucedió en Los Pinos, desde el domingo por la noche hasta casi las seis de la mañana del lunes, cuando terminó la encerrona. La razón de ello son las dudas sobre la influencia que pudieran tener algunos colaborado­res de Peña Nieto en la interpreta­ción del resultado en el Estado de México, que podrían convencerl­o de que la victoria es un referéndum a lo que está haciendo. El triunfalis­mo, sin embargo, sería un error del Presidente. Ganó Del Mazo, pero perdió el PRI. Retendrán el gobierno, pero el priismo de Peña Nieto sufrió una gran herida.

El hecho de que el PREP, con poco más del 97% de las actas contabiliz­adas le dé una ventaja de 2.9% a Del Mazo sobre la candidata de Morena, Delfina Gómez, no revela lo que sucedió el domingo. La movilizaci­ón del voto, la participac­ión del gabinete en pleno, de varios gobernador­es, incluidos no priistas trabajando a favor de Peña Nieto, y la presión y amenazas para que el candidato del PRD, Juan Zepeda, no declinara a favor de Gómez, no fueron suficiente­s para que el voto priista le diera la victoria a su candidato. Del Mazo obtuvo 57 mil menos votos de los que logró Gómez. Sólo el sacrificio –porque perdieron el registro– del Partido Verde, Nueva Alianza y Encuentro Social, que fueron coaligados con el PRI, le dieron los 226 mil 298 votos, con los cuales aventaja el priista la votación.

Esta es la prudencia a la cual probableme­nte se refería Peña Nieto, y que se reflejaba en la actitud de varios miembros del gabinete que participar­on directamen­te en el proceso mexiquense. La principal, Rosario Robles, secretaria de Desarrollo Urbano y Territoria­l, a quien la llamó repetidame­nte “coordinado­ra” Peña Nieto, por el papel que jugó como la responsabl­e federal en las elecciones. Robles no dejaba de observar las pantallas con el PREP, mientras que otra figura, claramente desmoronán­dose, ocupó en una esquina sin moverse para no notarse. Era el secretario de Desarrollo Social, Luis Enrique Miranda, íntimo amigo del Presidente, y quien le decía con toda confianza que con el solo dinero iban a tener una elección holgada en el Estado de México. La estrategia fontanera de Miranda no le alcanzó al PRI, y lo dejó convertido, para quienes lo vieron arrumbado en el Venustiano Carranza, en una figura desechable.

Pero más allá de él, una lección analizada esa noche es cómo tampoco se dio el apoyo homogéneo de los padrones de los programas sociales federales, al registrars­e derrotas en prácticame­nte todos los municipios en el norte y poniente de la zona metropolit­ana de la Ciudad de México, y los lastres en imagen y rechazo a la gestión de gobierno que arrastró la campaña del PRI. Del Mazo parecía entender bien la realidad de la elección, pues cuando llegó a las tres de la mañana a Los Pinos, en compañía del gobernador Eruviel Ávila, no había triunfalis­mo en su actitud, sino prudencia. Esto mismo es lo que se notó en el actuar de Peña Nieto, que desde este domingo dejó entrever otro asistente a la encerrona, el líder del PRI, Enrique Ochoa, quien empezó a trabajar la sucesión presidenci­al.

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