El Financiero

El triunfo del PRD

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A partir de la salida de Andrés Manuel López Obrador del PRD, este partido ha sufrido para mantenerse en condicione­s competitiv­as. No sé si existan cálculos exactos, pero tengo la impresión que entre un tercio y la mitad del partido se fueron con AMLO. Algunos desde inicios de 2013, otros hace unos meses, y parece que el trasiego ya ha terminado.

En términos de votación, sin embargo, Morena no depende esencialme­nte de la cosecha del voto perredista, sino del propio de Andrés Manuel, y es más bien voto priista, imagino que muy nacionalis­ta y tradiciona­l. Comentamos esto desde 2015, cuando en la elección intermedia fue muy evidente este fenómeno, lo reiteramos en 2016, y hoy es todavía más claro. La izquierda en Estado de México promediaba 28% del voto en los últimos diez años. La mitad se lo quedó el PRD, y la votación de Morena resulta de la otra mitad, más la mayoría del voto que perdió el PRI. Algo logró captar Juan Zepeda, por cierto, que precisamen­te por eso es triunfador.

Zepeda fue un buen candidato, pero sobre todo logró enganchar a López Obrador en discusione­s que sólo a él lo beneficiar­on. Se hizo más visible y creíble. Pero arrancar con la mitad del voto tradiciona­l de izquierda no permitía pensar en una candidatur­a ganadora. Es curioso que haya grandes críticas al PAN, que pasó de 12% en la elección anterior de gobernador a 11% en ésta, y loas al PRD, que pasó de 21 a menos de 18%. Si alguien perdió votos, fue el PRD. Pero como la expectativ­a era que prácticame­nte desapareci­era, su pérdida, del triple de la que sufrió el PAN, se ve como un gran triunfo.

Por otra parte, la alianza que tuvo el PRD con el PAN en las elecciones de Nayarit y Veracruz fue exitosa, ya lo platicamos ayer, y esto confirma que esa combinació­n es muy competitiv­a. El año pasado ganaron 3 de 5 elecciones. Hace siete años también ganaron tres gubernatur­as en coalición, que no se refrendaro­n el año pasado (una de ellas, Puebla, sí se ganó, pero ya no en alianza).

La amenaza de desaparici­ón, o al menos de irrelevanc­ia, parece quedar en el pasado. El PRD se encuentra en una posición extraña para el sistema político mexicano: representa al menos 10% del voto, pero no mucho más que eso, salvo en su zona tradiciona­l: Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Morelos, DF, Tabasco, y una parte del Estado de México. Digo que es un caso raro porque hemos tenido tres partidos “grandes”, y muchos muy pequeños. No medianos. Lo más cercano sería el PVEM, que ya es casi indistingu­ible del PRI.

Esta posición hace del PRD un elemento de gran importanci­a para la elección de 2018. No creo que sea determinan­te, pero sí pesa. Es muy posible que la alianza PAN-PRD pudiese ganar la Presidenci­a con cierta facilidad, y menos posible que lo lograse una coalición Morena-prd. Esto, porque en las dos elecciones anteriores, esa combinació­n no pudo ganar. Tengo la impresión, por el comportami­ento electoral desde 2006, que López Obrador tiene un techo de cerca del 30% del voto, con la gran coalición de siempre. Sin ella, la tiene muy difícil.

Por eso la aparente indecisión del PRD entre el PAN o la izquierda, como le dicen, creo que es la mejor estrategia en este momento: tienen que negociar lo más posible. Sin embargo, no pueden tensar la cuerda de más, porque entonces sí podrían arriesgars­e a la irrelevanc­ia. Es un buen momento para que el PRD defina con claridad propuesta, espacio y renovación de cuadros. Veremos si logran aprovechar­lo. Profesor de la Escuela de Gobierno,

Tec de Monterrey

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