Las nuevas y hostiles realidades
Para abordar las nuevas realidades que la Gran Recesión nos ha dejado y que el arribo al poder de los nacionalismos redivivos en el Reino Unido y los Estados Unidos de América han complicado hasta el extremo, el historiador de Princeton, Harold James aconseja la “conseja”: nuevo concepto, vieja realidad. Así, sugiere, hay que tratar de entender el carácter y el contenido de la globalización que trajo consigo al neoliberalismo y, que ahora en crisis, ha puesto al mundo en riesgo de caer en la muy temida circunstancia de un estancamiento secular que pondría en peligro inminente al planeta en su conjunto.
James es autor de jugosos libros y ensayos sobre historia económica mundial, en particular sobre las globalizaciones habidas. No sobra recordar los procesos que se han dado y menos ahora, al borde del próximo derrame de bilis trumpiana. Puede ayudarnos a ampliar y al mismo tiempo focalizar nuestras reflexiones y debates sobre el “estado de la nación”, como le dicen allá arriba en Washington DC, y sobre el futuro de nuestras relaciones comerciales y financieras con el Norte, hoy condensadas en el TLCAN.
La extensa presentación del magno proyecto de China para el mundo, con la Ruta de la Seda y demás, tal vez conforma el inicio de un nuevo diseño para una globalidad que como está, ya sólo puede ofrecer dificultades y penurias hasta llevarnos, predicen algunos colegas, a una nueva gran conmoción. La que todavía está entre nosotros es vista, por no pocos analistas y estudiosos, como el prólogo a un estallido mayúsculo, ahondadas sus consecuencias por la anti diplomacia de Trump con sus “aliados” europeos de la OTAN y el G 7.
Nuestras proyecciones sobre el futuro de la globalización de fin de siglo tienen que revisarse y no necesariamente a la alza. Tendemos, nos dice el historiador, “a extrapolar con base en los hechos actuales y a pensar que esta fase concreta será eterna, ya sea la recuperación que infunde confianza o el estancamiento y enfado que genera la contracción. Entonces, un quiebre en la tendencia al alza genera una profunda desorientación y desilusión”. Algo de esto, sin duda, ha acompañado a la Gran Recesión que hacía evidente que aquello del “desacoplamiento” era algo errático, demasiado azaroso como para verlo como un salvavidas.
Es probable que así hayan imaginado algunos dirigentes el porvenir de una porción del mundo en desarrollo o emergente, al observar el excepcional desempeño chino en los primeros momentos del choque. Pero no fue así y, si bien el gigante asiático pudo inicialmente surfear la ola recesiva terminó por realizar serios ajustes a su estrategia de desarrollo, sustentada en su extraordinario ritmo de exportaciones. Este cambio, a su vez, impactó negativamente el crecimiento en el Cono Sur de América y ha puesto de nuevo sobre la mesa la cuestión de la forma de desarrollo adoptada por esos países al calor del auge chino y sus propias recuperaciones. Por lo pronto, resulta ya evidente que toda extrapolación conlleva altos riesgos de equivocarse y, tratándose de naciones y economías políticas, de ahondar más que de superar las fallas estructurales que han sido expuestas por la turbulencia cíclica.
En nuestro caso impera la negación. Los encargados de la conducción estatal de la economía, alojados en el Banco de México y la Secretaría de Hacienda, no se permiten margen para ajustes posibles. Más bien, optaron por la “vía fácil” aunque, sin duda, la más dolorosa: un ajuste recesivo en toda la línea que no nos hizo inmunes a la turbulencia monetaria internacional ni, ahora, a las reacciones irracionales, pero reales contra la globalización, la migración y el libre comercio. Nos quedamos un tanto inmóviles, por no decir que paralizados. Pero ello no impidió que las fuerzas desatadas por la crisis buscaran que el más débil y cercano pagara la factura de las dislocaciones demográficas, de ingreso y regionales que implicó la gran transformación de fin de siglo.
Ahora que se aproxima la cita para empezar a hablar con Estados Unidos y Canadá sobre el TLCAN sería bueno que los encargados hagan una prudente corrección de nuestras proyecciones pero, sobre todo, una firme tarea de relevamiento de nuestras potencialidades y capacidades que no son tantas como algunos piensan, pero sí existen. Conviene no olvidar que las capacidades no se despliegan por sí mismas ni son “alevantadas” por el remolino del mercado, como decía aquel gran corrido. Algo más, mucho más, que una “manita invisible” se necesita para reeditar nuestras viabilidades, ponerlas en movimiento y permitirnos soñar con calma.
Sí, el futuro nos alcanzó.
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