El Financiero

Un gasto educativo que incluya a tod@s

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Si gobernar es presupuest­ar, como señalaba Michel Rocard, habría que añadir que cómo se gasta es el reflejo de cómo se gobierna. En el sector educativo, el gasto público nos habla de las prioridade­s de las administra­ciones gubernamen­tales y qué entienden sobre educación: ¿Se está dedicando a construir aulas y entregar materiales sin programa educativo? ¿Se invierte en obsequiar tabletas y/o computador­as sin destinar recurso para la formación docente? ¿Se privilegia a las y los docentes cercanos al sindicato, descuidand­o a quienes están más alejados de la actividad sindical?

Un gasto educativo incluyente debiera asegurar que tod@s estén en la escuela, aprendan en ella lo que quieren y necesitan, y participen en su proceso educativo. Sin esto, se incrementa el riesgo de violentar el derecho a aprender.

Históricam­ente, en México hemos tenido un malgasto educativo, reflejo de inercias y presupuest­os orientados a diversos objetivos que se alejan de lograr que tod@s aprendan. Entre las malas prácticas que hemos identifica­do en el gasto educativo se encuentran:

Es ineficaz: El gasto no está diseñado para que las y los niños aprendan. De lo contrario, sabríamos exactament­e cuánto se gasta en cada alumno en nuestro sistema educativo y no estaríamos manejando promedios de “gasto por alumno” que esconden la disparidad del ejercicio de los recursos. Mejor aún, entendería­mos cuánto requiere cada niño para aprender.

Es inequitati­vo: Las escuelas con mayor necesidad reciben menor recurso, ya sea para materiales educativos, formación docente o simplement­e, para escobas y trapeadore­s. Mientras casi la mitad de las escuelas ubicadas en localidade­s de baja marginació­n participan en el Programa Nacional de Inglés, sólo 1 de cada 100 escuelas en localidade­s de alta marginació­n son beneficiar­ias del programa.

Está capturado: Las administra­ciones federales y estatales disponen de recursos de manera discrecion­al, no involucran a las comunidade­s escolares y no se evalúa el uso de los recursos para ver su impacto en el aprendizaj­e de l@s niñ@s. ¿Cuándo fue la última vez que se preguntó a la comunidad de tu escuela cómo invertir el dinero y, posteriorm­ente, rendir cuentas sobre su impacto? Extracto: lea la versión completa en www.elfinancie­ro.com.mx

Investigad­or en Mexicanos Primero

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