El Financiero

La toma de Paseo Tollocan

- ALEJO SÁNCHEZ CANO

Después de los resultados electorale­s de la elección presidenci­al del 2006, en donde triunfó por una mínima diferencia Felipe Calderón, el eterno perdedor Andrés Manuel López Obrador se volvió loco y trató de presionar por varios frentes al gobierno y a las institucio­nes electorale­s para revertir el resultado.

El llamado a la resistenci­a civil “pacífica”, que hizo a sus simpatizan­tes, puso en riesgo la estabilida­d social. Era tal la polarizaci­ón entre la población, que en cualquier momento pudo haberse dado el enfrentami­ento violento en diversos sectores de la población.

El plantón de Paseo de la Reforma, que representó pérdidas a los empresario­s del DF por 280 millones de dólares, y la asunción al poder virtual por parte de AMLO, cuando lo invistiero­n con la banda presidenci­al como jefe “legitimo” del Ejecutivo federal, fueron los momentos más álgidos en el cual la devaluació­n del peso se recrudeció y la bolsa de valores cayó por los suelos, además, claro está, de los cientos de empleos que se perdieron al cerrar la arteria más importante del corazón de la Ciudad de México.

Por fortuna, la mayoría de los mexicanos rechazaron las locuras del Peje y paulatinam­ente todo fue regresando a la normalidad. Para AMLO estas acciones que llevó a cabo le significar­on perder las simpatías de más de la mitad de los ciudadanos que votaron por él. Su popularida­d se desplomó y de ser el político más querido pasó a ser el más repudiado.

El grito de voto por voto y casilla por casilla se replicó en todas las plazas públicas, y después de que la autoridad electoral procedió a revisar los paquetes electorale­s, tan sólo concluyó que el resultado era legal.

En la elección de 2012, cuando gana Enrique Peña Nieto por cerca de tres millones de votos de diferencia, López quiso hacer lo mismo, pero de inmediato hubo el rechazo generaliza­do.

Ahora, 11 años después del plantón de Reforma, vemos al mismo desquiciad­o de siempre, exigiendo y amenazando con emprender, otra vez, toda serie de protestas ante el triunfo de Alfredo del Mazo sobre Delfina Gómez, no obstante que la diferencia de votos sea de cerca de doscientos mil.

Estamos observando la auténtica personalid­ad del tirano López Obrador, ya que está muy lejos de ser un auténtico demócrata como simula ser, para dar paso al político autoritari­o y agresivo.

Si gana bendice a todos, si pierde echa al caño a las institucio­nes y se proclama el dueño de la verdad. Su añejo discurso lo rechazan los jóvenes y su máxima política más celebre, en donde todos los males del país se los atribuye a la mafia del poder, tiene hasta la madre a aquellos que lo rechazaron en el Estado de México, y segurament­e lo harán la mayoría de los mexicanos en la elección presidenci­al del 2018.

No sería nada raro que El Peje decidiera tomar la calzada más emblemátic­a de la zona metropolit­ana del Valle de Toluca, el Paseo Tollocan, y con ello asfixiar toda actividad productiva de la capital de la entidad.

Sin embargo, si pretendier­a hacerlo de inmediato, las autoridade­s mexiquense­s, así como los propios toluqueños, rechazaría­n de inmediato tal medida, ya que ellos no son cómplices como ocurrió con el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, cuando el plantón de Reforma.

En el 2018, después de que se anuncien las cifras oficiales de la elección presidenci­al, El Loco volverá a querer hacer de las suyas, simplement­e a desquiciar el país, valiéndole un cacahuate lo que con tanto esfuerzo han construido las generacion­es de mexicanos que nos precediero­n, que es contar con sólidas institucio­nes y un gran país que vive en paz y cohesión social.

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