Trump en camino a la tiranía
Más allá de derogar el TLCAN o realizar deportaciones masivas, el verdadero peligro con Trump es que se convierta en un tirano al estilo Vladimir Putin de Rusia o Recep Tayyip Erdogan de Turquía y socave a la democracia de Estados Unidos. Entonces tendrá el camino libre para causar daños terribles a la humanidad, como los de Adolfo Hitler o José Stalin.
El presidente número 45, Donald Trump, llegó a la Casa Blanca con poderes extraordinarios. El ejecutivo, el Congreso y eventualmente la Suprema Corte mantienen alineación republicana. Su conducta, en los cuatro primeros meses de gobierno, está minando las instituciones encargadas de limitar el poder del ejecutivo –los medios de comunicación y la dependencia de procuración de justicia. De sobrevenir un evento catastrófico, como un ataque terrorista en suelo estadounidense, tendrá allanado el camino para convertirse en un autócrata.
Contra todos los pronósticos, el partido republicano conservó la mayoría en ambas cámaras legislativas el pasado 8 de noviembre. En el país vecino del norte, el partido que tiene mayoría simple de curules se apodera de todas las presidencias de los comités y subcomités del congreso (en México es proporcional). Esto explica que los republicanos controlen el proceso legislativo y que Trump gobierne con holgura. Prácticamente todos sus nombramientos han sido ratificados por el Senado. Más aún, la cómoda mayoría de 46 curules que tienen en la Cámara Baja, hace muy difícil que ese recinto, encargado constitucionalmente de iniciar el impeachment, decida llevarlo a cabo.
Con la ratificación que hizo el Senado de la nominación del juez conservador Neil Goursuch, Trump ya logró una Suprema Corte con mayoría conservadora (5a 4). Esto le da una importante ventaja ante posibles desavenencias con el Congreso, o bien cuando algunas de sus decisiones que le han sido negadas por cortes de distrito, como la prohibición de viajeros de países de mayoría musulmana, lleguen a la Suprema Corte.
La democracia estadounidense puede revertirse, señala un fascinante artículo de Mickey, Levitksy y Way en la última edición de Foreign Affairs. Sin adopatar una forma dramática como en Venezuela, la democracia de Estados Unidos, señalan, puede debilitarse bajo tres condiciones: politizando las instituciones del Estado y utilizándolas en contra de la oposición; neutralizando partes clave de la sociedad civil como la prensa; y finalmente, cambiando las reglas del juego político, desde reformas constitucionales hasta electorales, que dificulten el camino a la oposición.
Trump está politizando la procuración de justicia. Nombró un procurador general—jeff Sessions—altamente partidista, a quien se le olvidó decir en su audiencia de confirmación que se había reunido con el embajador ruso durante la campaña electoral. Le exigió al director del FBI, James Comey, lealtad y dispuso de él por no tener certeza de que disiparía la “nube” de la investigación sobre el hackeo ruso y la posible colusión republicana.
Desde la campaña, Trump desató una embestida sin precedentes contra los medios de comunicación --son unos perdedores, fabrican “falsas noticias”. Si se toma en cuenta que el llamado cuarto poder ha estado sufriendo problemas financieros debido a la revolución digital, se hace evidente la precaria situación de los medios. Mi lectura es que estamos presenciando una lucha literalmente a “muerte” entre los medios de comunicación prestigiados y el mandatario número 45.
El Partido Republicano fue muy efectivo en suprimir el voto de las minorías raciales en la pasada elección. Trump y su enaltecido racismo fortalecerá, sin duda, los obstáculos para que voten las minorías, pues la inmensa mayoría está en la oposición.
Finalmente, el Estado Islámico y los grupos terroristas al estilo Al Qaeda, tienen un enorme incentivo en atacar suelo estadounidense. Su objetivo más ansiado es lograr “la madre de todas las batallas” y saben de sobra que Trump reaccionará rabiosamente de perpetrarse un ataque.
El pueblo y las instituciones estadounidenses ya le dieron carta blanca a Bush (43) al sobrevenir el atentado a las Torres Gemelas. Sin remedio, le darían un espaldarazo a Trump para combatir el terrorismo.
Este es el camino para que Trump se convierta en lo que busca abiertamente, no tener que rendir cuentas y ser el primer emperador de Estados Unidos.
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