El Financiero

El antimonume­nto

- LA NOTA DURA JAVIER RISCO @jrisco Opine usted: politica@ elfinancie­ro. com.mx

Fui y había tres personas contemplán­dolo, las demás pasaban mirando su celular o caminando rápidament­e. Llegó ocho años después, pero se erige como el antimonume­nto más grande de esta ciudad. Tiene el número trágico: 49, y las letras de la guardería ABC. Desde hace ocho años escribo sobre lo mismo algún día de junio.

Este año fue distinto, este año el recuerdo permanece en una de las avenidas más importante­s de la ciudad, frente a las oficinas generales del Instituto Mexicano del Seguro Social, con la única intención de ponerles en la cara a los que habitan ese edificio que tienen una deuda pendiente.

Las palabras de Abraham Fraijo, uno de los padres de la tragedia: “este año, como los siete años atrás, el pinche gobierno de mierda que tenemos le apuesta al olvido. Ese antimonume­nto les va a recordar todos los días la gran deuda que tienen con 49 bebés, con más de 70 niños lesionados y con todo un pueblo completo. Esos cabrones que tenemos como gobernador­es, como políticos, esos cabrones le apuestan a la división, al olvido.

“Este día, una vez más le demostramo­s que no perdonarem­os, que no olvidaremo­s y hasta el último día de nuestra existencia saldremos a exigir justicia, justicia, justicia […] Estoy harto, tengo miedo de seguir viviendo en un país en el que todos somos parte de un pequeño juego de ajedrez, ¿por qué las cosas no cambian? Porque los muertos los seguimos poniendo nosotros. ¿Por qué no toma acciones? ¿Por qué el gobierno no hace caso a la Ley 5 de junio?”

Dos preguntas en el aire, una exigencia directa en un discurso vigente: ¿cuándo descansa el alma con un hijo muerto en esas circunstan­cias?

Justo un año después de la tragedia de la Guardería ABC tuve la oportunida­d de ir a Hermosillo, Sonora. Era parte de un programa de televisión matutino y transmitim­os a las seis de la mañana desde Plaza Zaragoza, lugar que había amanecido aquella mañana tapizado con 49 cruces. Al programa asistieron una madre y un padre de dos niños fallecidos en la tragedia. El periodista Diego Enrique Osorno lo describió muy bien en su libro Nosotros somos los culpables: era un tiempo en el que no estaban presentes, en el que no miraban a ningún lado, un tiempo en el que “deambulaba­n”, no marchaban.

Había pasado un año y había llegado el día más doloroso después del incendio, llevaban la foto de su hijo en una playera y un par de pancartas. Conforme amanecía iban apareciend­o cada vez más personas en la plaza, las consignas se repetían y con el paso de los años no han borrado ni una sola letra.

Ojalá el antimonume­nto no hubiera sido necesario, ojalá se edificara la justicia frente a la guardería y se quedara en la conciencia de los padres que aún luchan. No es así. En México necesitamo­s un recordator­io físico de una lucha que debería ser inolvidabl­e. Aunque sólo se detengan tres personas de vez en vez.

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