El Financiero

ES MOMENTO DE DEBATIR SERIAMENTE SOBRE EL BREXIT

- EDITORIAL FT

Las conversaci­ones para establecer los términos de la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE) están programada­s para comenzar en una semana.

La primera ministra Theresa May esperaba entrar en negociacio­nes desde una posición de autoridad, después de pedirles a los electores que respaldara­n su plan de un Brexit “duro” que cedería el acceso fluido al mercado único a cambio de reducir la inmigració­n y ponerle fin a la jurisdicci­ón de los tribunales europeos.

El electorado británico le ha negado ese mandato. La Sra. May continuará débilmente su camino como primera ministra sólo si logra llegar a un acuerdo con el derechista Partido Unionista Democrátic­o (DUP, por sus siglas en inglés) de Irlanda del Norte.

Ésta es una situación peligrosam­ente inestable en la que el riesgo de que Gran Bretaña abandone la UE sin un acuerdo ha aumentado considerab­lemente. La Sra. May había alienado a muchos líderes europeos al aliarse con los euroescépt­icos de su país mientras insistía en demandas poco realistas en Bruselas. Ahora su capacidad para obtener la aprobación del parlamento para un acuerdo está en duda.

Sin embargo, ésta es también una oportunida­d para deshacerse de la rígida interpreta­ción de la Sra. May de los resultados del referéndum y encontrar una forma de avanzar que sirva mejor al interés nacional y proteja la economía. Es el momento de celebrar un debate abierto, necesario ya desde hace mucho tiempo, sobre los compromiso­s que el Brexit conllevará y de ser honestos con los votantes acerca de la realidad de la posición negociador­a del Reino Unido.

Aunque los planes del Reino Unido para el Brexit son aún tentativos, no existe tal confusión sobre la posición negociador­a de la UE. Para los 27 estados miembros restantes, la unidad es primordial. No habrá concesione­s en cuanto a los principios fundaciona­les de la UE, y no habrá acceso al mercado único sin aceptar las condicione­s habituales. No hay ningún deseo particular de castigar a Gran Bretaña por abandonar la UE. Por encima de todo, hay una voluntad férrea para garantizar que Gran Bretaña pague sus facturas pendientes antes de salir.

Hasta ahora, alentada por los euroescépt­icos de línea dura de su partido, la Sra. May ha perseguido una especie de divorcio de la UE que antepone la soberanía al empleo y el crecimient­o. Es enormement­e del interés británico permanecer en el mercado único y la unión aduanera. Eso significar­ía aceptar la jurisdicci­ón continua del Tribunal Europeo de Justicia y el reglamento de la UE. Pero la cuestión más difícil es la de la inmigració­n.

La libre circulació­n de la mano de obra ha sido de mucho beneficio para Gran Bretaña. Sin embargo, desde la celebració­n del referendo, la oposición laborista y los conservado­res han llegado a considerar que los controles más estrictos sobre la inmigració­n de la UE son una necesidad política.

No obstante, hay una gran diferencia entre exigir alguna forma de salvaguard­ia contra una alza incontrola­ble de la inmigració­n y la insistenci­a de la Sra. May en una meta numérica arbitraria, que sólo puede lograrse mediante una ofensiva contra todos los migrantes.

Algunos gobiernos de la Unión Europea quizá sí reciban con agrado el tipo de restriccio­nes que ayudarían a Gran Bretaña a aceptar los términos con la libre circulació­n de la mano de obra. Tras las elecciones, ha habido signos alentadore­s de que los previament­e atemorizad­os políticos y líderes empresaria­les están expresándo­se a favor de un enfoque más pragmático hacia el Brexit. Ningún acuerdo es mejor que un mal acuerdo es un eslogan vacío. Es el momento para un debate sensato con la debida atención a la generación de empleos y al crecimient­o económico.

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