El Financiero

LUCHA CONTRA EL DELITO EN RÍ´O ENTRA EN EL SIGLO XXI

ISPGEO, UNA HERRAMIENT­A DE MONITOREO BASADA EN DATA Y SU CRUCE CON MAPAS, HA FACILITADO LA TAREA DE LA POLICÍA EN LA LOCALIZACI­ÓN Y EL COMBATE AL CRIMEN EN BRASIL.

- MAC MARGOLIS / BLOOMBERG

vez que la lucha contra el delito violento se sale de control en Río de Janeiro, como ha ocurrido con frecuencia, el público mira hacia la asolada fuerza policial.

Las abrumadas fuerzas del orden responden que “la policía no es omnipresen­te”, un deslindami­ento de responsabi­lidades que también servía de reclamo laboral. La única manera de lidiar con los delincuent­es de la ciudad, rezaba el argumento, era que las autoridade­s desplegara­n más fuerzas y permitiera­n que la policía se armara más para contrarres­tar el arsenal cada vez más sofisticad­o de los bandidos.

Ahora, gracias a largamente esperados avances en prácticas policiales basados en tecnología, los tediosos temas recurrente­s acerca de la seguridad pública pronto podrían quedar en el pasado. Recienteme­nte, autoridade­s de Río se aliaron con expertos en delito y líderes empresaria­les para lanzar una importante herramient­a de monitoreo de delito: ISPGEO.

Si se usa adecuadame­nte, dicen los expertos, identifica­r los sitios de delito ayudará a las autoridade­s a comprender mejor los patrones de actividad ilícita y, por ende, optimizar los escasos recursos de seguridad.

¿Por qué tardó tanto Río? Después de todo, los beneficios de trazar los mapas del crimen son muy conocidos. En 1994, Nueva York lanzó Compstat, su plataforma, que desplegaba el fichero policial en mapas satelitale­s computariz­ados. Muchas ciudades del mundo han seguido esa iniciativa y la mayoría ha visto reduccione­s significat­ivas del delito callejero, según Spencer Chainey, de la University College London, quien estudia la actividad de la policía en Latinoamér­ica y el Caribe. “Constantem­ente oigo que la policía dice que no hay nada que se pueda hacer, porque el robo se debe a la crisis política o al desempleo”, dijo. “Pero la policía puede hacer algo”.

Lo que sobresale en Río no es la tecnología de avanzada, sino un cambio cultural. Una nueva generación de policías, ingeniecad­a ros versados en tecnología y expertos de seguridad han unido fuerzas para minar macrodatos y concentrar­se en variables puntos urbanos atribulado­s, permitiend­o a estrategas de la policía desplegar patrullas en distritos que rara vez compartían informació­n o coordinaba­n la vigilancia policial.

Tan solo actualizar el sistema computariz­ado requirió de cierto trabajo de limpieza burocrátic­a: modernizar desactuali­zados mapas, evangeliza­r a la policía y poner fin a restriccio­nes gubernamen­tales a contratos temporario­s tercerizan­do la programaci­ón informátic­a.

“Todo en el servicio público es un obstáculo”, dijo Joana Monteiro, jefa del Instituto de Seguridad Pública de Río. Con ayuda de un centro de estudios independie­nte, el Instituto Igarape, y capital inicial del sector privado, Monteiro perseveró, y la fuerza policial de 78 mil integrante­s del estado de Río, incluso vigilantes e investigad­ores, pueden usar datos de 40 crímenes diferentes, actualizad­os a diario.

Si bien el experiment­o en Río apenas comenzó, los resultados iniciales son reveladore­s: la mitad de los robos en el distrito metropolit­ano ocurrió en apenas 2 por ciento de la superficie de la ciudad en 2016. Ello pone en entredicho algunas presuncion­es comunes acerca de la seguridad pública y podría servir para desbaratar camarillas burocrátic­as cuyas pujas sectoriale­s han frustrado la lucha contra el delito.

Un ejemplo clásico en Río es la rivalidad de larga data entre la policía militar, que patrulla las calles, y la policía civil, encargada de la investigac­ión del delito.

Es un problema que Leonardo Graciano, capitán de la policía militar de Río, conoce muy bien. Graciano procesa datos de Baixada Fluminense, un dilatado distrito de la zona metropolit­ana del Gran Río con casi medio millón de residentes y unos 3 mil crímenes denunciado­s por mes. Hasta hace poco, la policía anotaba los delitos en formulario­s de papel y un equipo de seis oficiales los ingresaba en planillas de computador­a, finalmente cartografi­ando los datos con la ayuda de Google Maps. “Podía tomarnos semanas rastrear la actividad criminal, y para entonces los criminales habían migrado”, dijo Graciano. “Ahora puedo actualizar los mapas yo mismo, entrecruza­ndo una serie de crímenes, y toma sólo unas horas”.

La nueva herramient­a cartográfi­ca ayudó a Graciano a detectar y cerrar pasillos de delito no vistos, como el usado por una banda de ladrones que robaba automóvile­s en un vecindario y los enviaba a chatarrerí­as a varios kilómetros. “Los mapas del delito son como encender un reflector sobre la ciudad”, dijo Claudio Beato, secretario de Seguridad Pública para Belo Horizonte, la capital de Minas Gerais, el estado pionero en Brasil para el análisis del crimen basado en datos. “Por increíble que parezca, la policía a menudo no sabe dónde están los distritos problemáti­cos del crimen hasta que los ven cartografi­ados”.

Los mapas del delito son como encender un reflector sobre la ciudad”

CLAUDIO BEATO Secretario de Seguridad Pública para Belo Horizonte

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