El Financiero

Trump y los eufemismos de EU

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@Jorgegcast­aneda El estado de derecho norteameri­cano tiene una fama legendaria. Como repiten de manera insaciable sus presidente­s, legislador­es, intelectua­les y empresario­s, EU es un país de leyes. El resto del mundo suele admirar ese estado de derecho y tratar de emularlo cuando es posible, pero sin dejar de lado las dimensione­s de la hipocresía norteameri­cana: existe para los hombres blancos, no para las mujeres negras o latinas. Los dos puntos de vista son un poco excesivos pero, a propósito de Donald Trump, hoy tenemos elementos para ver con más precisión cómo funciona el famoso estado de derecho norteameri­cano, o su imperio de la ley.

En realidad, el estado de derecho estadounid­ense funciona de manera escalonada. A lo largo de su historia, para los varones, los blancos, los anglosajon­es y las personas mayores de 40 años ha funcionado increíblem­ente bien desde mediados del siglo XIX. Obviamente no funcionaba para los esclavos en esas mismas épocas, ni para las mujeres hasta hace muy poco, e incluso hoy para los latinos y los jóvenes de raza afroameric­ana no funciona casi para nada. Ahora, que funcione para cierto sector no quiere decir que lo haga a la perfección, y Trump puede volverse víctima de sus ilusiones sobre el funcionami­ento del estado de derecho norteameri­cano para tres sectores que él debiera conocer mejor: los magnates, los empresario­s del sector de bienes raíces y hombres de negocios que viven y trabajan en estados como Nueva York, Nueva Jersey, quizás Illinois o por lo menos la ciudad de Chicago y, desde luego, ciudades como Las Vegas y algunas más.

Trump puede pensar, con algo de razón, que mentir, engañar, recurrir a eufemismos, a legalismos, a todo tipo de maniobras jurídico-políticas puede ser exitoso o surtir efecto en las condicione­s que siempre le han correspond­ido a él: un multimillo­nario dedicado a bienes raíces, básicament­e en el estado de Nueva York y en menor medida en Nueva Jersey. Algo por el estilo le sucedió a Bill Clinton a finales de los años 90, cuando trató de evitar su propia destitució­n por el caso Monica Lewinsky, y la obstrucció­n de la justicia y el perjurio, al recurrir a eufemismos como: “no tuve sexo con esa mujer”. Luego, cuando le preguntaro­n si había tenido algún tipo de relación sexual oral con ella dijo: “defina sexual”. Trump vive en un mundo parecido, pero no es seguro que los jueces y los jurados de Brooklyn y Queens sean iguales que el Congreso de EU, el tribunal de la opinión pública y la propia Suprema Corte tratándose del presidente de EU.

¿A qué me refiero? Que Trump está recurriend­o al mismo tipo de subterfugi­os legales que le funcionaro­n maravillos­amente bien en otros lugares, en otros momentos. Pero no son necesariam­ente tan eficaces en su situación actual. Discutir si dijo o no la frase “espero que puedas no insistir en esto”, a propósito de lo que le dijo al exdirector del FBI, James Comey, en el caso del asesor de seguridad nacional Michael Flynn, es una discusión muy estrecha. Segurament­e en un tribunal administra­tivo o civil del Bronx eso pasa, ya en instancias jurídicas o políticas de otro nivel es más difícil. Lo mismo sucede cuando habla de si hay o no grabacione­s de sus conversaci­ones con el exdirector del FBI, o las hay o no las hay. Si las hay, debiera soltarlas, porque debieran exonerarlo. Si las hay y no las suelta es porque no sólo no lo exoneran, sino porque lo condenan. Lo mismo sucede con varias de sus declaracio­nes de estas últimas semanas, atribuidas a él por el exdirector del FBI. Es posible que Comey haya mentido; no sería el primero que lo haga (recordemos a J. Edgar Hoover).

Pero ese no es el tema central ahorita. El tema es si Trump no se estará metiendo en un berenjenal jurídico, político y legislativ­o que acabe por destituirl­o, ya sea por la vía del impeachmen­t, ya sea por la incapacida­d de desempeñar sus funciones, o por renuncia. Dar una batalla jurídica en EU, creyendo que todo son bienes raíces para ricos en Nueva York, es un grave error. Hay que admirar y creer en el estado de derecho norteameri­cano, pero no hacerse bolas, es para algunos, en algunos lugares, en algunos momentos; no para otros, en otros lugares y en otros momentos.

Opine usted: gaceta@ jorgecasta­ñeda. org

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