El Financiero

La investigac­ión de Thompson

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@laloguerre­ro El pasado martes recibí un mensaje de la periodista norteameri­cana Ginger Thompson, en el que pedía difundir un trabajo de investigac­ión que acababa de publicar en torno a la masacre ocurrida en Allende, Coahuila, en marzo de 2011. Le preocupaba que la historia que se narra en la investigac­ión –y las responsabi­lidades que de ella se desprenden– se perdieran entre “la gran cantidad de noticias que salen de la Casa Blanca”. Ginger, con quien he tenido oportunida­d de platicar en un par de ocasiones, es una periodista de primer nivel. Colaboró por 15 años con el New York Times, y ha recibido el Premio Pulitzer, entre otros reconocimi­entos. No esperaba un trabajo menor de parte de una periodista de este calado. Sin embargo, no dejaron de sorprender­me la calidad y el detalle de la investigac­ión, y la relevancia de sus implicacio­nes. “How the US Triggered a Massacre in Mexico” se trata, sin lugar a dudas, de un texto indispensa­ble para entender la historia reciente de México y el papel que las agencias norteameri­canas de seguridad desempeñan en nuestro país.

En reportaje hila, a partir de los testimonio­s de un gran número de víctimas, criminales y autoridade­s, los trágicos hechos que tuvieron lugar en Allende en los que murieron decenas, tal vez centenares de personas. A pesar de haber sido uno de los episodios más oscuros dentro de los últimos diez años de violencia, la masacre de Allende apenas es conocida por la opinión pública. En su momento los hechos pasaron de largo en la prensa nacional. Como comenté en una columna previa, Sergio Aguayo, quien coordina un equipo que investiga el trato ofrecido a las víctimas, fue demandado por el entonces gobernador, Humberto Moreira. Por ello, el reportaje de Thompson no debe pasar inadvertid­o. Tal vez sea la última oportunida­d para lograr un poco de justicia.

La masacre de Allende comenzó al atardecer del 18 de marzo de 2011, con la llegada de un comando de Los Zetas: 50 camionetas con sicarios, quienes levantaron a todas las personas vinculadas, así fuera remotament­e, con la familia Garza (de la cual los hermanos Miguel Ángel y Omar Treviño sospechaba­n que había filtrado informació­n a la DEA). Muchas de las personas secuestrad­as fueron llevadas a un rancho, donde fueron asesinados y sus cuerpos fueron calcinados. Al día siguiente, los criminales llevaron maquinaria pesada. No satisfecho­s con la masacre, comenzaron a destruir y saquear las propiedade­s de sus víctimas (casas, ranchos, negocios). En el reportaje de Ginger Thompson, los relatos de dolor de quienes perdieron a un hijo, a un esposo o a sus padres se mezclan con imágenes insólitas de las edificacio­nes en ruinas que dejó el ataque de Los Zetas.

Sin embargo, el relato de Thompson va mucho más allá de los días de horror que Allende vivió en marzo de 2011. A partir de los testimonio­s de distintos funcionari­os se reconstruy­e también la estrategia que la DEA siguió para intentar capturar a los hermanos Treviño, y cómo dicha estrategia desencaden­ó una serie de eventos que culminaron con el ataque en Allende. Un punto central fue la decisión de entregar las claves de Blackberry de los hermanos Treviño, que un agente en Texas había obtenido de un informante, a la Unidad de Investigac­iones Especiales de la Policía Federal. Lo anterior, a sabiendas del gran riesgo de que la delación se haría del conocimien­to de Los Zetas (la Unidad de Investigac­iones Especiales tenía ya un historial de filtracion­es graves, mismo que quedó confirmado hace algunos meses con el arresto de Iván Reyes Arzate, quien fuera su comandante).

El texto de Thompson también describe un Estado fallido en toda la extensión de la palabra. Una región completa donde Los Zetas eran la única autoridad real, con un poder de fuego y una capacidad económica que les permitía intimidar o comprar a cualquiera. Es impensable que lo ocurrido no fuera del conocimien­to de autoridade­s del más alto nivel. Allende no es un pueblo perdido. El municipio tenía 22 mil 675 habitantes, de acuerdo con el Censo de 2010, y se ubica sobre la carretera que comunica Piedras Negras, el principal cruce fronterizo de Coahuila, con el interior del estado (el trayecto de Allende a la frontera es de apenas unos cuarenta minutos).

En este contexto resulta escalofria­nte la negligenci­a de todas las autoridade­s desplegada­s en la zona –civiles y militares– ante una tragedia que ocurría en cámara lenta. Ya en 2009, el dueño de un rancho había sido asesinado, después de denunciar la ocupación ilegal de su propiedad por parte de Los Zetas al entonces gobernador, Humberto Moreira, y enviar una carta al presidente Felipe Calderón. Durante el ataque, en marzo de 2011, una víctima reportó lo ocurrido personalme­nte al alcalde de Piedras Negras, quien lamentó “no poder hacer nada”; Ginger Thompson estima que el día de la tragedia los teléfonos de emergencia locales recibieron alrededor de 250 llamadas de auxilio. En uno de los testimonio­s, se describe cómo los miembros del Ayuntamien­to se reunieron y decidieron que lo único que podían hacer, si querían seguir con vida, era no hacer nada. El director de Seguridad Pública del municipio se limitó a sentenciar: “es algo entre ellos”.

El texto fue publicado en español con el título “Anatomía de una masacre” y puede leerse en el portal de Hilo Directo. Se trata, tal vez, del ejemplo más vívido de un fenómeno que desde hace años vengo denunciand­o: en el afán de lograr capturas de criminales famosos, las autoridade­s de ambos lados de la frontera han estado dispuestas a arriesgar y sacrificar lo que sea (derechos humanos, vidas, comunidade­s enteras). Por supuesto, el punto no es que no se deba tocar a los grandes criminales, pero la prioridad debería ser siempre la seguridad de la población. El reportaje de Thompson es también un ejemplo del valor del periodismo independie­nte (Propublica, el medio en el que Thompson trabaja, es una agencia sin fines de lucro enfocada en realizar reportajes de interés público). Si como país no recuperamo­s estándares mínimos de seguridad para ejercer la labor periodísti­ca, será muy difícil evitar que tragedias como la de Allende se repitan.

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