La agenda fiscal del ganador del 2018
Cada vez que hay un anuncio de inversión, el gobierno pone todos los reflectores. Y no es para menos, lo que a la economía mexicana le hace falta es inversión. Cuando la hay, es para celebrar.
Lástima que sólo haya motivos para celebrar en algunos grandes proyectos. Los datos muestran que en los chiquitos y medianos no hay razones para celebrar: se han desplomado.
Hace un par de días el INEGI dio a conocer las cifras del primer trimestre del año.
En términos reales, y con datos a los que se ha quitado la estacionalidad, la inversión de los primeros tres meses del 2017 es inferior en 2.3 por ciento al primer trimestre del 2016.
Y, respecto al primer trimestre de 2013, al comenzar este gobierno, el crecimiento anual medio es apenas de 1.1 por ciento. Es decir, prácticamente un estancamiento. Pero este resultado es producto de dos tendencias contrastantes.
La inversión privada ha crecido a un ritmo promedio de 3 por ciento anual en términos reales en el sexenio. La cifra no es para festejar, pero por lo menos está arriba del crecimiento de la economía y refleja que los inversionistas privados han seguido apostando al país.
Pero, en el otro extremo está la inversión pública.
En este sexenio ha sido un desastre, por decir lo menos. La del primer trimestre de este año fue 28 por ciento inferior a la del primer trimestre del 2013, lo que significa una caída promedio anual de 8.2 por ciento.
Hay que ser justos, esta tendencia no es de este sexenio.
El mayor nivel de inversión pública correspondió al primer trimestre del 2009.
Desde esa fecha hasta ahora, hay una caída de 44.3 por ciento.
No hay economía que aguante un descenso de esas magnitudes.
No habrá manera de hacer crecer más rápido a la economía, mientras la inversión pública esté en el piso.
Y, esto ha implicado un cambio en la estructura del gasto público.
En el primer trimestre del 2009, la inversión física representaba el 15.4 por ciento
del gasto total. En el primer trimestre de este año, ese porcentaje bajó al 11.7 por ciento.
La estrategia era que esquemas como las APPS (Asociaciones Público Privadas) sustituyeran a la inversión pública directa y la actividad inversora se potencializara.
La realidad es que las APPS han sido insufi- cientes y la inversión pública se ha recortado fuertemente.
El resultado es que la economía no tiene el nivel de inversión necesario para crecer de manera consistente.
Hay que poner en la agenda pública los temas de la agenda fiscal de la siguiente administración:
1-Las presiones de gasto derivadas de las pensiones. Ese tema va a obligar a una nueva reforma fiscal el siguiente sexenio, gane quien gane.
2-El esquema de coordinación fiscal con los estados. Llegó al límite. Mientras los estados no cobren, no habrá reforma fiscal que alcance.
3-La revisión del gasto social. Con un gasto social ineficiente y que en muchos rubros no contribuye a la equidad, el gasto público será siempre un barril sin fondo.
4-La necesidad de la inversión pública. Ni las APPS ni ningún otro esquema puede sustituir a la inversión pública. Hay que generar más ingresos y hacer una reingeniería del gasto para contar con recursos para que el Estado invierta.
Hay que combatir la corrupción a fondo, pero quien piense que eso va a resolver los problemas se va a dar de topes. Hay que hacer mucho más.