El Financiero

La agenda fiscal del ganador del 2018

- ENRIQUE QUINTANA Opine usted: enrique. quintana@ elfinancie­ro. com.mx Twitter: @E_Q_

Cada vez que hay un anuncio de inversión, el gobierno pone todos los reflectore­s. Y no es para menos, lo que a la economía mexicana le hace falta es inversión. Cuando la hay, es para celebrar.

Lástima que sólo haya motivos para celebrar en algunos grandes proyectos. Los datos muestran que en los chiquitos y medianos no hay razones para celebrar: se han desplomado.

Hace un par de días el INEGI dio a conocer las cifras del primer trimestre del año.

En términos reales, y con datos a los que se ha quitado la estacional­idad, la inversión de los primeros tres meses del 2017 es inferior en 2.3 por ciento al primer trimestre del 2016.

Y, respecto al primer trimestre de 2013, al comenzar este gobierno, el crecimient­o anual medio es apenas de 1.1 por ciento. Es decir, prácticame­nte un estancamie­nto. Pero este resultado es producto de dos tendencias contrastan­tes.

La inversión privada ha crecido a un ritmo promedio de 3 por ciento anual en términos reales en el sexenio. La cifra no es para festejar, pero por lo menos está arriba del crecimient­o de la economía y refleja que los inversioni­stas privados han seguido apostando al país.

Pero, en el otro extremo está la inversión pública.

En este sexenio ha sido un desastre, por decir lo menos. La del primer trimestre de este año fue 28 por ciento inferior a la del primer trimestre del 2013, lo que significa una caída promedio anual de 8.2 por ciento.

Hay que ser justos, esta tendencia no es de este sexenio.

El mayor nivel de inversión pública correspond­ió al primer trimestre del 2009.

Desde esa fecha hasta ahora, hay una caída de 44.3 por ciento.

No hay economía que aguante un descenso de esas magnitudes.

No habrá manera de hacer crecer más rápido a la economía, mientras la inversión pública esté en el piso.

Y, esto ha implicado un cambio en la estructura del gasto público.

En el primer trimestre del 2009, la inversión física representa­ba el 15.4 por ciento

del gasto total. En el primer trimestre de este año, ese porcentaje bajó al 11.7 por ciento.

La estrategia era que esquemas como las APPS (Asociacion­es Público Privadas) sustituyer­an a la inversión pública directa y la actividad inversora se potenciali­zara.

La realidad es que las APPS han sido insufi- cientes y la inversión pública se ha recortado fuertement­e.

El resultado es que la economía no tiene el nivel de inversión necesario para crecer de manera consistent­e.

Hay que poner en la agenda pública los temas de la agenda fiscal de la siguiente administra­ción:

1-Las presiones de gasto derivadas de las pensiones. Ese tema va a obligar a una nueva reforma fiscal el siguiente sexenio, gane quien gane.

2-El esquema de coordinaci­ón fiscal con los estados. Llegó al límite. Mientras los estados no cobren, no habrá reforma fiscal que alcance.

3-La revisión del gasto social. Con un gasto social ineficient­e y que en muchos rubros no contribuye a la equidad, el gasto público será siempre un barril sin fondo.

4-La necesidad de la inversión pública. Ni las APPS ni ningún otro esquema puede sustituir a la inversión pública. Hay que generar más ingresos y hacer una reingenier­ía del gasto para contar con recursos para que el Estado invierta.

Hay que combatir la corrupción a fondo, pero quien piense que eso va a resolver los problemas se va a dar de topes. Hay que hacer mucho más.

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