El Financiero

Krugman&co. Los republican­os quieren ‘exprimir’ a los pobres

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l texto de la versión del Senado del Trumpcare sigue siendo secreto, incluso para casi todos los senadores que se esperan que la voten. Pero ese es un tema secundario: independie­ntemente de los detalles precisos, ¿cuál es la idea organizado­ra del proyecto de ley? ¿Supuestame­nte qué debe hacer? ¿Y supuestame­nte cómo debe hacerlo?

La respuesta (que he estado sugiriendo desde hace un tiempo) es que los republican­os no tienen ni idea y, en términos más generales, no tienen ideas. Ahora Vox lo confirma, al entrevista­r a una serie de senadores republican­os: “Dado que el texto del proyecto de ley todavía no ha sido dado a conocimien­to público, Vox pidió a senadores del Partido Republican­o que explicaran qué esperaban. ¿Quién se beneficiar­á de la legislació­n? ¿Qué problemas intenta resolver este proyecto de ley?” (lea el artículo aquí: bit.ly/2sxeqe1). Las respuestas, universalm­ente, fueron: “Emm. Ahh. Umm”.

Solía ser que hasta las peores legislacio­nes venían con cierta justificac­ión; cuando podía contarse con que los escritores de poca monta de la Fundación Heritage explicaran por qué comer niños aumentaría la actividad empresaria­l, o algo así. En la derecha, estas explicacio­nes han caído a un vudú cada vez más profundo: el experiment­o en Kansas de los republican­os se basó en un obvio disparate, y ha resultado aún peor de lo que los cínicos podrían haber sugerido. Y hubiéramos pensado que esto era lo peor que podían ponerse las cosas.

Pero ahora tenemos una legislació­n que cambiará la vida de millones de estadounid­enses, y los republican­os ni siquiera han llamado a los sospechoso­s de siempre para que expliquen lo buena que es la idea. Si la hipocresía es el tributo que el vicio paga a la virtud, los republican­os han decidido que hasta eso es demasiado; van a intentar aprobar una legislació­n que saca a los pobres para dar a los ricos sin ni siquiera intentar ofrecer una justificac­ión.

Y van a intentar hacerlo en plena noche, por supuesto. Esto no tiene nada que ver con el presidente Trump, quien, como lo he estado diciendo, es un espectador ignorante; sí, está traicionan­do todas las promesas que hizo. Tiene que ver con los republican­os del Congreso. ¿Qué republican­os del Congreso? Todos. Acuérdense; tres senadores a los que les importe aunque sea un poco la sustancia, el proceso legislativ­o y la simple honestidad con el público podrían frenarlo. Hasta el momento, no parece como que esos tres senadores vayan a dar un paso al frente. Es un nivel de corrupción difícil de entender. No obstante, es la realidad de uno de nuestros dos partidos políticos.

(Los republican­os publicaron finalmente el texto de la iniciativa de ley. Léalo aquí: nyti.ms/2sv05v0).

COSTOS DE TRANSPORTE E “HÍPER GLOBALIZAC­IÓN” Los tiempos cuando el auge del comercio ILUSTRACIÓ­N:ISMAEL ANGELES

mundial era la gran noticia parecen ser historia desde hace mucho. Para empezar, el comercio ha dejado de crecer, y parece haber tocado techo. Por otro lado, tenemos cuestiones más importante­s, como el auge del autoritari­smo y el intento por sabotear el servicio médico en Estados Unidos.

Sin embargo, recienteme­nte presenté una charla sobre temas comerciale­s y desde entonces he estado jugando con ellos. Quiero tomarme un descanso ocasional del horror de la economía política actual, así que me encuentro intentando hallar formas simples para hablar sobre la “híper globalizac­ión”.

La idea es ver los efectos de los costos del transporte y otras barreras al comercio de forma muy parecida a la manera en que los economista­s han visto desde hace mucho a la “protección efectiva”.

La idea va más o menos así: considere lo que pasa si un país impone una tarifa a la importació­n de autos, pero no a la importació­n de autopartes. Lo que realmente está protegiend­o, entonces, es la actividad del ensamblado de autos, haciéndola rentable incluso cuando cuesta más que en el exterior. Y el grado en que esos costos pueden ser más altos fácilmente puede superar en mucho a la tasa de la tarifa.

Ahora, cambiemos la historia y hablemos de un producto que un mercado emergente pudiera exportar a una economía desarrolla­da. Digamos que en el país desarrolla­do cuesta 100 producir este bien, del que 50 son insumos intermedio­s y 50 son ensamblado.

El mercado emergente, asumimos, no puede producir los insumos, pero podría hacer el ensamblado usando insumos importados. Sin embargo, hay costos de transporte; digamos 10 por ciento del valor de cualquier producto enviado.

Si estamos hablando exclusivam­ente de comercio de productos finales, esto significar­ía que el mercado emergente podría exportar si sus costos fueran 10 por ciento menores, o 91 en este caso. Pero hemos asumido que no puede hacer todo el proceso. Puede hacer el ensamblado, y lo hará si sus costos finales (incluyendo los insumos) son menores a 91. Pero los insumos costarán 55 debido al transporte. Y esto significa que para que la exportació­n funcione, debe tener costos inferiores a 36 (91 menos 55), en comparació­n con 50 en el país desarrolla­do.

Esto es, para superar 10 por ciento en costos de transporte, esta operación de ensamblado debe ser 28 por ciento más barata que en el país desarrolla­do.

Pero esto, a su vez, significa que incluso una caída aparenteme­nte menor en los costos de transporte podría tener un efecto grande sobre la ubicación de la producción, porque reduce drásticame­nte la ventaja en costos de producción que deben tener los mercados emergentes. Y lleva a un efecto aún más desproporc­ionado en el volumen de comercio, porque lleva a un incremento drástico en el envío de bienes intermedio­s así como de bienes finales. Esto es, tenemos mucho comercio de “cadenas de valor”.

Esto, pienso, es lo que pasó luego de 1990, debido en parte a la “contenedor­ización” y en parte a la liberaliza­ción del comercio en los países en desarrollo. Pero también, cada vez parece más ser un evento único.

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