Anaya, Mancera y el Frente Opositor
Las organizaciones partidistas más longevas de la derecha y la izquierda buscan, cada una por su lado pero no necesariamente de forma excluyente, un frente opositor para 2018.
Un mes después de que Acción Nacional y el partido de la Revolución Democrática anunciaran de manera conjunta su intención de explorar una alianza rumbo a las presidenciales, ha surgido en ambas organizaciones un mandato para concretar eso que en el caso del PRD ya denominan FAD: Frente Amplio Democrático.
Se ha dicho que en términos generales los comicios de 2015 y 2016 demostraron que quien fue en alianza ganó, que quien fue en solitario se quedó rumiando. El Edomex corona esa tesis: el PRI habría perdido sin la chiquillada, y la derrota de cada uno de los demás –particularmente la de Morena– se explica por el hecho de no haberse aliado con alguien más.
Entonces ya está, si cruzarse la tricolor en el pecho se trata, el frente es el camino.
Dado el hartazgo popular frente al PRI, y el temor que despierta, en algunos, Andrés Manuel López Obrador, lo que el FAD pretende es posicionarse como la opción de “cambio sin riesgo”.
Así lo pone el documento aliancista votado ayer en el seno del sol azteca: “Para el 2018 se espera una elección inédita y altamente competida. En ella se perfilan tres grandes tendencias electorales. Una que impulsa el extremismo y la polarización social y política del país. Otra, la del PRI que representa la continuidad, el status quo y defienden el modelo de desarrollo neoliberal y sus reformas estructurales”. (Tomado de Reforma.com)
Pero hay cosas que no cuadran. Para comenzar el espíritu (no se rían) altruista de Ricardo Anaya y de Miguel Ángel Mancera, que estarían dispuestos a sacrificar sus ambiciones personales en aras del FAD.
Para mí que es al revés. Anaya impulsa el frente como una manera de volver a adelantar a Margarita Zavala y al escritor del momento, Rafael Moreno Valle: está construyendo una plataforma a su medida.
La reunión de la Comisión Permanente de la semana pasada supone para el pragmático Anaya la formalización de una ruta, la de la alianza, que no lo excluye de la boleta, incluso si en el frente opositor está el PRD.
Porque más allá de la ambición por ganar, espoleada por la recurrencia de AMLO a cruzazulear, PAN y PRD no podrán acordar un programa sin sacrificar cosas medulares. Será una carreta de contenidos ambiguos: sin reforma energética, derecho de las mujeres a decidir o matrimonio gay, temas intransitables en una alianza entre esos partidos. O sea, ideal para Anaya.
Por el contrario, Margarita Zavala pierde con esta movida. Como panista clásica, ha solicitado que la alianza no implique pérdida de identidad para Acción Nacional. Frente, pero no a cualquier costo, ha dicho. Supongo que en términos generales los perredistas dirán algo menos sofisticado pero parecido: frente sí, pero no con la esposa de Felipe Calderón.
El tema del apoyo de Mancera al frente es, como él mismo, más extraño. ¿Qué le puede ofrecer a los panistas el alcalde que tiene encabritada a la Ciudad de México?
Mancera acusa el desgaste de gobernar (es un decir) la capital, mientras Anaya vende un discurso de ganador de elecciones (incluso después del fiasco llamado Josefina).
Es muy pronto para pensar que Mancera ha dejado de suspirar por la silla del águila. Si el FAD incluye al PAN, la tiene cuesta arriba. Y si no, hasta Juan Zepeda parece mejor candidato presidencial para el PRD que el jefe Gobierno. Aunque se vista de Macron.