JAVIER RISCO
Ayer, en una hora, México le mostró su peor cara al mundo en materia de protección a periodistas. Cualquier extranjero que hubiera seguido las noticias entre la 1 y 2 de la tarde se habría dado cuenta de que nuestro país está sumido en una crisis de libertad de expresión.
Por un lado, la Procuraduría General de la República ofrecía una conferencia patito –y digo patito porque después de las declaraciones del Ejecutivo, quien señaló que su gobierno no espió a periodistas ni activistas, a la Procuraduría sólo le queda simular que investiga. En la conferencia se pidió lo inimaginable: las autoridades mexicanas, esas que están siendo acusadas de espionaje, solicitaron a los afectados entregar su teléfono celular para realizar un análisis forense y así identificar el virus que los afectó.
Además, se informó que en la investigación se cuenta con la participación del FBI, la Organización de las Naciones Unidas, la Asociación Mundial de Operadores Móviles (GSMA), la Escuela Superior de Ingeniería del IPN y a Héctor Osuna, extitular del Instituto Federal de Telecomunicaciones.
Aquellos que han sido señalados de intentar infiltrarse a los celulares de periodistas y defensores de derechos humanos para enterarse de todo sobre ellos y su trabajo, ahora les pedían que para obtener a un responsable debían, voluntariamente, entregar esos aparatos a los que el espionaje gubernamental no puede llegar. El colmo.
Mientras sucedía esto, mientras el fiscal Ricardo Sánchez, titular de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra de la Libertad de Expresión (FEADLE), trataba de dar explicaciones de por qué recibe un sueldo, diferentes medios publicaban como trascendido el hallazgo del cuerpo del periodista michoacano Salvador Adame. Minutos después, mediante una conferencia de prensa, la procuraduría estatal confirmaba el rumor.
“Entre estos resultados destaca el hallazgo de unos restos humanos en estado de calcinación que fueron localizados durante los trabajos de campo y rastreo el pasado 14 de este mes (…) Después de realizar la toma y cotejo de muestras que marca la ley en estos procedimientos por parte de especialistas de la dirección de genética, las pruebas de ADN permitieron corroborar que estos restos corresponden a quien en vida se llamó Salvador Adame”.
Calcinado, abandonado, otro duro golpe en tiempos de impunidad. Se acumulan las marchas y el miedo, no terminamos de pedir justicia por Miroslava cuando matan a Valdez; no terminamos de llorarle cuando aparece muerto Adame. Los asesinos se ríen de las enérgicas condenas del gobierno, de sus aparatos de protección y agradecen vivir en un país donde no pasa nada.
Ayer, se presentó la “Encuesta sobre libertad de expresión y ejercicio del periodismo en México” ¿cómo andamos? 6 de cada 10 periodistas que fueron encuestados han recibido algún tipo de agresión; uno de cada dos ha sido intimidado; cuando un periodista se siente amenazado busca ayuda de familiares o amigos; 75% duda de mecanismos de protección gubernamentales y fiscalías. No es sólo un asunto de percepción, es un gobierno que cada día demuestra no sólo que no los protege, sino que los vulnera.
De México para el mundo: la hora trágica, en la que caben investigaciones simuladas, periodistas calcinados, gritos que siguen repitiendo y repetirán NI UNO MÁS.