LAS NOVILLADAS
en la lidia, sino por la pureza del encuentro entre voluntades, con la bravura de los novillos, también más inocentes y no menos peligrosos que un toro adulto, pero que en realidad permiten a los novilleros mostrar más sus ganas y deseos de ser, que la sapiencia de la cual carecen, por obvias razones. Son festejos ideales también para crear nuevos aficionados, ya que el ambiente no suele ser de tanta exigencia y el público asiste más por disfrutar y apoyar, que por juzgar.
En la historia del toreo los novilleros han creado pasión, incluso se han forjado como ídolos populares y han sido un motor para la fiesta, ya que además son el tipo de festejos en los que se fragua el futuro de ésta.
Los Tres Mosqueteros, en los años 50, fueron quizá los primeros que como novilleros armaron tremendo revuelo en la afición mexicana: Rafael Rodríguez, de Aguascalientes; Jesús Córdoba, capitalino (aunque nacido en Kansas); y Manuel Capetillo, oriundo de Guadalajara, sumándose como el D’artagnan, el hidalguense Paco Ortiz.
Los años 70 también gozaron de estupendos novilleros, muchos de ellos luego se convirtieron en matadores destacados, incluso figuras, como es el caso de Manolo Martínez, Curro Rivera y Eloy Cavazos.
En los 80 surgió otra trilogía que enloqueció a la afición mexicana: Valente Arellano, Ernesto Belmont y Manolo Mejía causaron furor. Yo era un adolescente y recuerdo la pasión que se vivía tarde a tarde con entradas increíbles domingo a domingo, lloviera, tronara o relampagueara. Siempre, además de estas trilogías, había buenos toreros de generación, como en ésta de los 80: Manolo Sánchez, José Alonso, David Liceaga y tantos otros que en lo personal terminaron por alimentar mi afición.
Los 90 no fueron la excepción, Arturo Gilio y Mario del Olmo abarrotaron el coso de Insurgentes. De esa generación destacaron también Federico Pizarro, Teodoro Gómez, Arturo Manzur, Germán Garza, Ricardo Montaño y demás novilleros que mantuvieron viva la fiesta y las siguientes generaciones, tanto de toreros como de aficionados.
Además de La México, había novilladas en Puerto Vallarta todos los miércoles, y en Acapulco los domingos; también prácticamente todas las ferias contaban con festejos menores. Cómo no mencionar la Feria Nacional del Novillero Telmex, de donde salieron toreros como Fermín Spínola, Polo Casasola, José Luis Angelino y muchos otros.
Al disminuir el número de novilladas, las escuelas suplieron ese aprendizaje. Tauromagia Mexicana aportó tres grandísimos matadores: Octavio García El Payo, Arturo Saldívar y Mario Aguilar.
Hoy tenemos extraordinarios prospectos, como José María Hermosillo, Ricardo De Santiago, Miguel Aguilar, y los que ilustran este espacio que torearon en Badajoz el domingo pasado, convirtiéndose en una tercia digna de seguir: Alejandro Adame, Arturo Gilio y Héctor Gutiérrez.
Pronto arrancarán las novilladas en La México y seguramente en Arroyo los sábados. Hay que asistir, formar ídolos y disfrutar de esta fiesta para que juntos garanticemos el futuro de la misma.