El Financiero

Cambian los motores de la economía mexicana

- ENRIQUE QUINTANA

Hay evidencias crecientes de que este año habrán de cambiar los motores de la economía mexicana. El que tenía potencia, está debilitánd­ose. Y el que estaba casi apagado, está tomando fuerza nuevamente.

El año pasado, el consumo privado se había convertido en el motor que dinamizaba a nuestra economía.

En 2016, el PIB creció a una tasa de 2.3 por ciento. En contraste, el consumo privado lo hizo a un ritmo de 2.7 por ciento. La inversión se quedó en cero y el consumo de los gobiernos apenas creció 1.2 por ciento.

En el sector externo, las exportacio­nes de bienes y servicios apenas aumentaron en 1.2 por ciento.

En buena medida, el crecimient­o de la economía descansó en el consumo privado.

Esta manera de crecer no era la que prevalecía en el país.

Un año atrás, en el 2015, el consumo privado había crecido en 2.3 por ciento mientras que las exportacio­nes lo hicieron en 10.4 por ciento.

En la historia reciente del país, eso era lo que venía sucediendo. Teníamos una economía que era remolcada por el sector exportador, y aunque el mercado interno crecía de manera sostenida, lo hacía a tasas relativame­nte bajas.

Entre el año 2000 y el 2015, el ritmo promedio del PIB fue de 2.1 por ciento, pero el ritmo de las exportacio­nes totales fue de 4.1 por ciento al año.

La razón de la diferencia es que la manufactur­a de exportació­n, que aprovechó las ventajas que ofreció el TLCAN se convirtió en el gran motor económico.

Zonas como el Bajío o parte del norte del país alcanzaron un alto dinamismo con base en ese modelo.

Sin embargo, en 2016, el esquema parecía haberse agotado.

Los datos más recientes, sin embargo, nos muestran que el modelo revive.

Ayer, el INEGI dio a conocer que las exportacio­nes manufactur­eras en mayo crecieron en 12.9 por ciento y la cifra acumulada para los primeros cinco meses del año llegó a 8.7 por ciento, con lo cual, el volumen exportado es el mayor de la historia para un periodo equivalent­e.

En contraste, hay indicios de que el desempeño del mercado interno empieza a perder ritmo.

Las ventas del comercio minorista crecieron el año pasado a un ritmo de 8.7 por ciento mientras que, en los primeros cuatro meses de este, la tasa es ya de sólo 4 por ciento.

Aunque el empleo formal sigue creciendo, el salario real va de reversa y la masa salarial real ya no puede mantener el ritmo tan elevado que consiguió en 2016.

Este hecho tiene significad­o económico, pero también político.

Las entidades en las que hay una mayor base exportador­a, como las del Bajío y del norte, o las que tienen centros turísticos de gran atractivo, serán las que más crezcan en los meses previos a las elecciones del próximo año.

En contraste, los estados en los que la principal actividad son los servicios o el comercio, probableme­nte bajen su dinamismo. Se trata sobre todo de estados ubicados en el centro y sur de la República, por cierto, algunos con el mayor padrón electoral.

Al despejarse las amenazas relativas a la continuida­d del TLCAN, todos los indicios apuntan a que se consolidar­á el modelo de crecimient­o que prevaleció en México en la primera década de este siglo.

¿Qué partido o partidos podrían beneficiar­se con este resultado económico?

Será tema para otra columna.

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