El Financiero

Aquel beso en la alberca del Presidente Interconti­nental

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garmenta@ elfinancie­ro. com.mx Hace apenas doce años, en lo que entonces era el Presidente Interconti­nental de Los Cabos, en Baja California Sur, se registró un incidente discrimina­torio que, gracias al valor civil de los afectados, tuvo resonancia en los medios de comunicaci­ón nacionales.

Los jóvenes Gerardo Eliu Domínguez y Samir Jabdur, pareja gay, fueron expulsados violentame­nte de ese hotel por guardias de seguridad, arrojados en traje de baño a la calle, como represalia por haberse dado un beso en la alberca.

Según reportó La Jornada en diciembre de 2005, los directivos del hotel argumentar­on que los habían sorprendid­o teniendo relaciones sexuales, mientras que la pareja afirmaba que lo único que hicieron fue darse un beso “que no duró ni dos segundos”. Días después platiqué en la Ciudad de México con un alto funcionari­o de ese corporativ­o, quien me aseguró que sí se estaban acariciand­o en la alberca, “en medio de familias en las que había niños”. Entonces el mensaje me quedó claro: una pareja heterosexu­al sí se puede abrazar y besar en un alberca en la que hay niños, pero una pareja homosexual no, porque incomoda a los adultos y es un mal ejemplo para los infantes.

Pero Gerardo y Samir no se avergonzar­on de su preferenci­a sexual y denunciaro­n el atropello en los medios de comunicaci­ón escritos, en radio y televisión.

Hoy, a poco más de una década de distancia —aunque la historia parezca decimonóni­ca—, las cosas han cambiado y vivimos en un país mucho más abierto y con más libertades en todo sentido. Y lo podemos ver, por ejemplo, en la Marcha del Orgullo Gay, que el sábado pasado, con la participac­ión de decenas de miles de mexicanos, llevó a cabo su edición 39.

Sin embargo, hace unos nueve años fui con un grupo de reporteros a conocer el pueblo de Tequila, en Jalisco, y entre ellos iba el editor de un incipiente portal de Internet enfocado a la comunidad gay, que buscaba patrocinio­s para lograr hacer rentable su proyecto. En el trayecto escuché una larga conversaci­ón entre ese periodista y el director de mercadotec­nia de una famosa marca tequilera, y me quedó claro que se negó a darle publicidad no tanto porque fuera un medio que apenas comenzaba, sino porque no quería que los consumidor­es asociaran el nombre de su producto a una clientela homosexual.

Ante esa realidad de entonces, la fuerza económica que representa la comunidad gay (LGTB) se ha impuesto, al grado que hoy muchas son las marcas famosas que están dispuestas a patrocinar eventos como esta marcha que se celebra cada año.

Y ahora lo vimos con Cabify y Google en el desfile realizado en la Ciudad de México.

Durante años, a la comunidad gay se le incluyó como parte de otro segmento de parejas con alto poder adquisitiv­o, que se denominó con el acrónimo de DINKS, que en inglés significa: “double income, no kids” (doble ingreso, sin hijos), aunque está percepción cambió cuando algunos países comenzaron a legalizar la adopción de niños por parte de parejas homosexual­es.

Su poderío económico también empujó la creación de un segmento de mercado turístico al cual se llamó simplement­e Turismo Gay. Ya en 2007, la efímera secretaria de Turismo del todavía Distrito Federal, Alejandra Barrales (hoy líder del Partido de la Revolución Democrátic­a), afirmaba que este segmento de turistas registraba­n un gasto promedio de mil 166 dólares, con capacidad para viajar entre 19 y 29 días al año.

Su sucesor en el cargo, Alejandro Rojas, inclusive abrió dentro de la secretaría una oficina, la primera en Latinoamér­ica, de Turismo Lésbico Gay, enfocada a desarrolla­r programas para la atención y desarrollo “de este sector tan importante para la industria turística”. Aunque actualment­e ya no existe.

Sylvia Esquivel, country manager de la agencia de viajes digital Almundo.com, afirma que, de acuerdo con datos de la Organizaci­ón Mundial de Turismo, el segmento LGTB crece más de diez por ciento anualmente, para sumar 180 millones de viajeros, cuando la media total mundial está por debajo del cuatro por ciento.

Uno de los principale­s destinos gay friendly de México es Puerto Vallarta, y Javier Aranda, director de su Fideicomis­o de Promoción Turística, dice que, mundialmen­te, el poder adquisitiv­o del segmento gay se estima en 3.7 billones de dólares.

Sabemos que México no es un país homogéneo en este sentido y que hay sectores de la sociedad muy conservado­res que se oponen a la apertura hacia la comunidad gay.

Tanto unos como otros están en todo su derecho de defender lo que piensan.

Lo que no podemos permitir es que una pareja vuelva a ser tratada como delincuent­e, sólo por demostrars­e su amor en un lugar público.

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