A repartir el pastel
@jrisco De pronto, todos hablan de los “gobiernos de coalición”. Ya nadie quiere ser el Macron mexicano, ahora todos buscan la autoría de esta “novedosa” idea política. Frente al escenario de las elecciones de 2018, en el que observaremos condiciones inéditas por la participación de independientes y la creciente desconfianza de la población a los partidos políticos, estos están dispuestos a buscar nuevas fórmulas que les dejen ganar terreno en un panorama que los obliga a transformarse o morir. Aunque sea sólo en la fachada: el gobierno de coalición.
No se trata de una alianza electoral, como la que se pretende que conforme este “Frente Amplio”, tan citado estos días por el PRD y el PAN, y que sólo implica la unión de los partidos para encontrar un candidato común y tratar así de ganar elecciones. Los gobiernos de coalición implican un proyecto conjunto no sólo de partidos, sino incluso de poderes: es un pacto entre el Ejecutivo y el Legislativo y entre varias fuerzas políticas e incluso sociedad civil para llevar a cabo un plan de gobierno y comienza ya que se ganaron las elecciones, no antes.
Sí, suena complejo y técnico. Me voy más despacio: en un país que lleva décadas gobernado por candidatos de minorías, donde ningún candidato gana elecciones con 50% más 1, el tema de una administración que no está realmente representada, ha aumentado el descontento social, todo esto según aquellos que promueven la figura, como Santiago Creel o Manlio Fabio Beltrones y la solución es una ley reglamentaria que ponga las condiciones para crearlo.
Un gobierno de coalición es el que se forma cuando un partido en el poder no tiene suficiente representatividad para gobernar solo y tiene que pactar con otras fuerzas para hacer un gobierno en común, de forma que en el Legislativo se cree un solo grupo que sea mayoría y pueda llevar a cabo las acciones de gobierno propuestas por el Ejecutivo y que gobiernen como uno solo.
Esta figura, que ya está en la Constitución Federal, pero sin reglamentación, tiene a tres de las 4 principales fuerzas políticas a favor (PRI, PAN, PRD) pero planteado cada uno de manera que sea su fuerza política la que lleve mano. Nada raro en los políticos querer sacar ventaja.
Bajo el argumento de “la urgente necesidad de garantizar la gobernabilidad”, el gobierno de coalición es una alternativa frente a otro tema que está puesto sobre la mesa: la segunda vuelta. El PRI, con Beltrones como vocero, y quien ha hablado de este tema desde hace más de 10 años, lo ha propuesto como un disfraz de un tricolor que no quiere dejar el poder, pero ve cada vez más cerca la alternancia como inevitable y que está pensando en no dejar ir, aunque sea, un pedazo de poder. A inicios de los ochenta con un PRI arrasando en las urnas, sería impensable verlo plantear dividir el pastel completo con otros.
“El régimen político planteado hace 80 años ya está agotado, se planteó para un partido político hegemónico, pero que ya no sirve en esta pluralidad donde todos los partidos políticos están fragmentados (…) los partidos políticos se propusieron desde hace tiempo ganar elecciones, pero perdieron la ruta para generar acuerdos”, reconoció Beltrones, a quien entrevisté hace unos días en W Radio.
Santiago Creel, del PAN, defiende también está figura, aunque hace la diferenciación respecto a lo planteado por Beltrones, así lo dijo en El Financiero-bloomberg: “El tema de las coaliciones es un instrumento, es pertinente, pero lo importante es el contenido. ¿Queremos o no acabar con la corrupción? ¿Queremos o no dar plena transparencia?”, señaló para distanciarse del PRI, que parece el principal enemigo a vencer y por el que el resto está pensando en unirse.
Y entrando en la discusión, Jesús Ortega, del PRD, también cuestionado en ese mismo espacio televisivo, ve los gobiernos de coalición sí como una alianza desde las contiendas electorales, hasta la administración del ganador. “Es una alianza diversa, múltiple, en contra del régimen autoritario, concentrador del poder en un solo individuo”, definió Ortega, quien asegura que es la izquierda, desde el 2000, la que ha intentado los gobiernos de coalición. La pelea eterna por la paternidad, hasta en eso.
Un solo término, una opción viable para garantizar que un presidente con un 6% por ciento de aprobación no gobierne solo un país. Una misma propuesta de legislación y tres visiones divididas de cómo sacar ventaja hasta de las opciones que ellos pintan cómo democráticas. Ni estando de acuerdo en una cosa logran ponerse de acuerdo los políticos de este país. A ver cuánto les dura este ímpetu de repartir el pastel –aunque sea solo para evitar la llegada de Andrés Manuel.
Opine usted: politica@ elfinanciero. com.mx