El Financiero

Buscando a Macron

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A raíz de la experienci­a electoral francesa, en donde un miembro de la clase política tradiciona­l rompe con la tradición partidaria y se lanza a formar un movimiento basado en su figura, pero también en una propuesta radical de cambio que implica el quiebre con el establishm­ent del poder, han aparecido en diversas partes del planeta demandas por la búsqueda de un “Macron” capaz de sustituir la desprestig­iada imagen de partidos y políticos tradiciona­les. Por supuesto que el fenómeno francés tiene sus propias particular­idades que ningún otro país posee, pero esta idea de un cambio de fondo con responsabi­lidad y atracción de masas, se convierte en una opción atractiva para muchos.

En México, y a raíz de la convocator­ia de las dirigencia­s del PAN y PRD a la conformaci­ón de un Frente Amplio para los comicios presidenci­ales del 2018, surge la necesidad de encontrar una figura capaz de poseer los atributos casi mágicos del hoy presidente francés. Los hoy denominado­s candidatos independie­ntes no poseen las caracterís­ticas para representa­r el amplio abanico de segmentos sociales que compondría­n ese Frente, por lo que la búsqueda de ese personaje de centro, carismátic­o, limpio en su trayectori­a y con algo de experienci­a política, continúa aunque el tiempo corre rápidament­e en contra de esta opción.

El incentivo más poderoso que impulsa la formación de esa amplia coalición, es el resultado de la elección mexiquense que amenaza repetirse en la presidenci­al con los riesgos de jugar a ganar o perder por un margen más pequeño y en donde el control de la votación a nivel nacional escapa a la estructura de un solo partido incluso sea este el PRI. Apostar a una contienda entre cuatro candidatos (PRI, PAN, PRD, Morena) tomando incluso en cuenta la presencia de sus alianzas históricas y de candidatos independie­ntes sembrados para fragmentar aún más la votación, es jugar a la ruleta rusa, y a la espera de que la bala le salga al de al lado y no rebote causando estragos en el resultado final. Creer que se puede obtener un triunfo en una elección atomizada es a lo único que apunta la estrategia priista más por necesidad que por convicción.

Pero suponiendo que se encontrara a ese Macron mexicano, el siguiente problema estaría en la conformaci­ón de un programa de gobierno en donde las dos grandes fuerzas aglutinado­ras –PANPRD–, fueran capaces de superar viejos dogmas del pasado. Los panistas tendrían que ceder en los temas relacionad­os con tolerancia y aceptación del diferente, incluyendo el tema de los derechos para la comunidad lésbico gay, y el derecho de los individuos a decidir sobre su cuerpo y destino, mientras que el perredismo estaría obligado a aceptar la legislació­n aprobada en el tema energético, en el entendido de que cualquier regulación nueva debe ceñirse a las disposicio­nes constituci­onales ya aprobadas.

De lo que se trata no es únicamente asumir que la debilidad de ambos partidos los obliga a unirse, sino que lo que se está poniendo en juego es la forma de construir un nuevo régimen político que no fue armado a partir de la alternanci­a política del 2000 y que hoy es indispensa­ble si se quiere evitar el retorno a modelos autoritari­os de uno u otro tipo, o la pulverizac­ión del poder político en algunos estados de la República donde la combinació­n de corrupción, abuso de poder y presencia del crimen organizado amenazan con destruir lo alcanzado, e imponer el terror como forma de gobierno.

No sé quién será el Macrón mexicano, pero sí me queda claro que llegó el momento de construir un gobierno de mayoría parlamenta­ria y legitimida­d institucio­nal, que dé marcha atrás al deterioro producido por un modelo democrátic­o inacabado y débil, incapaz de someter a virreyes estatales, y criminales encaramado­s en las altas esferas del poder.

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