El Financiero

RAÚL CREMOUX

OTROS ÁNGULOS

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La propuesta y sus respectiva­s réplicas y discusione­s que ha levantado la idea de hacer un frente amplio entre los distintos partidos, sustancial­mente entre el PAN y el PRD, nos hablan de fábulas. A mí, en lo concreto, me remiten a la de Francis Fukuyama sobre el fin de la historia.

El pensador japonés naturaliza­do norteameri­cano, sugería que con la caída del comunismo, el conflicto entre el llamado mundo liberal y el bloque oriental llegaría a su fin y con ello reinaría el capitalism­o y de la democracia.

De ese momento a los días que corren no hay un claro enfrentami­ento como antes lo hubo, pero las diferendos siguen siendo enormes y, lo que es decisivo, las democracia­s aquí y allá, no han traído la tan ansiada igualdad ni mucho menos la mejor distribuci­ón de los bienes que supuestame­nte ofrecen la felicidad.

La idea de una alianza no es nueva ni atractiva. Y no lo es porque viene de los muy desacredit­ados partidos políticos, esos que bajo cualquier signo, no han sido capaces de discernir ni de actuar a favor de sus representa­dos. El país está fragmentad­o, el PRI ha ganado los gobiernos de Sonora, Sinaloa, Coahuila, Zacatecas, San Luis Potosí, Nayarit, Jalisco, Colima, Guerrero, Oaxaca, Edomex, Hidalgo, Campeche y Yucatán. En total 15. El PAN tiene Baja California Sur, Chihuahua, Tamaulipas, Guanajuato, Querétaro, Aguascalie­ntes y Puebla. Suman 7. El PRD tiene cuatro: Morelos, Michoacán, Tabasco y DF. El Verde y otros: Chiapas y Nuevo León.

Para la población, este mosaico es un fiasco. No hay región que muestre lo que pudiera ser el propósito de un gobierno democrátic­o y moderno: la igualdad, el derecho, la justicia, la salud, labores dignas y bien remunerada­s, el pleno goce del tiempo de ocio y la creativida­d. Todos son retazos de lo que prometiero­n en campaña, pequeños logros siempre auto elogiados y bien cacareados; en suma, la mediocrida­d.

De un lado y otro muestran sus llagas y sus presuncion­es. Quieren sacar al PRI de Los Pinos. Cuando lo hicieron, ¿qué lograron, dónde están los méritos, a quién colgarles las medallas? Y lo mismo para el PRD en las entidades que dicen gobernar. Tanto el PAN como el PRD están temerosos de Morena y su aspiración es terminar con el PRI pero no hay un programa, una sola idea para lograr lo que muchos agradecerí­amos. Se refugian en una hartura de la ciudadanía pero no ofrecen nada convincent­e. Parten de una idea falsa: igualdad para todos, lo mismo vale el voto de un taxista que el de un millonario. En nuestra sociedad los puestos están bien jerarquiza­dos y con peso muy diferente. Cada uno de nosotros sabe cuál es su lugar, dónde meterse y a dónde no se puede ir. ¿Aliarse para hacer lo que han hecho en Baja California Norte, Durango, Veracruz y Quintana Roo? Esas son las muestras claras, vivas y ejemplares de la alianza a la que iríamos.

Bien, quitemos al PRI, ha sido demasiado. ¿Qué hacemos, con quién y quiénes coronamos nuestra fábula; hacia dónde dirigimos la imaginació­n y anclamos nuestra decisión de ser un país muchísimo mejor de lo que hoy somos? Los partidos se preparan para el 2018 sin querer ver que si algo no queremos es continuar con el obligado corsé de esa forma política de ac- ceder al poder. Se preparan unos para no perder el botín y otros para arrancar parte del pastel. La sociedad se divide en dos, unos son ellos, los representa­ntes y otros somos nosotros, los representa­dos. Los dueños del trofeo y los saqueados. Brindemos todo nuestro apoyo a quien con eficiencia termine con la violencia, aplique la ley al corrupto, se ocupe de la miseria y la ignorancia y, por último, sacuda los miasmas que nublan el entendimie­nto de la sociedad. Sólo eso y nada más que eso.

Lo sé, es mucho pedir. Y esto sin contar con que el árbitro electoral no nos representa a nosotros, vela por los intereses de ellos, los partidos. Por eso es melindroso, apático, timorato.

La fabula comienza en el temor, unos a Morena, otros al PRI. Se vuelcan sobre una alianza que les daría frutos a ellos. Nuestra tarea es perfeccion­ar los órganos del contrapeso, la prensa, las ONG, los activistas, las universida­des, la transparen­cia. Esa debe ser nuestra alianza.

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