El Financiero

ROLANDO CORDERA

-

En su informe 2017 sobre las perspectiv­as de la economía global, el Banco Mundial advierte sobre la fragilidad de la recuperaci­ón que goza el mundo, mientras mantiene su proyección de un crecimient­o económico en México por debajo del 2%. Lo mismo piensan en la OCDE donde, según nos informa Martin Wolf, se dice que las “cosas han mejorado, pero no van suficiente­mente bien”

“La esperanza”, agrega el agudo analista del Financial Times, “debe ser que éste sea el comienzo de un repunte sostenido, pero una esperanza es lo que sigue siendo” (EF, 05/07/17, p., 14).

Podemos ciertament­e celebrar este repunte de la actividad productiva; lo que no debíamos hacer es festinarlo como recuperaci­ón sostenida, sin al mismo tiempo meditar sobre lo que nos ha pasado y puede volver a pasar. Esta vez, como pregonan varios críticos de las políticas empleadas para esta recuperaci­ón, como una crisis mayúscula que haría del 2008 un mero prólogo.

Lo que no hemos recuperado por estos pagos es la sobriedad en el análisis de la coyuntura. Mucho menos el rigor para adentrarno­s en el escrutinio de algunas tendencias que no ofrecen nada bueno, se dé o no una recuperaci­ón duradera o se alcance una buena negociació­n con Estados Unidos y Canadá en la “modernizac­ión” del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Poco se nos ha dicho desde el gobierno sobre lo que puede significar para México una buena(re) negociació­n norteameri­cana. En todo caso, si la negociació­n concluye exitosamen­te y en un lapso prudente; si, por ejemplo se deja atrás la supercherí­a trumpiana sobre el déficit externo o la política fiscal pro ricos, resta mucho por contabiliz­ar para poder decir que el país y su economía están listos para, ahora sí, aprovechar las ganancias y ventajas de un libre comercio y un proceso firme de integració­n regional con dos de las economías más poderosas del planeta.

No hay habido en estos meses de angustia una buena y crítica memoria de lo que hicimos o dejamos de hacer en estos casi treinta años del Tratado y el cambio estructura­l globalizad­or. En gran medida lo que ha imperado es la negación de la realidad, el contexto y su historia.

Es a partir de esta desmemoria que, por ejemplo, algunos de quienes pergeñaron aquel proyecto para la “seguridad y la prosperida­d” en América del Norte proponen ahora extenderlo a Centroamér­ica en cuyo “Triángulo del Norte” se cuece una tragedia humana de grandes proporcion­es.

Otro ejemplo que debería ser objeto de inmediata atención y corrección en el Congreso: la inversión pública en infraestru­ctura se ha reducido a su mínima expresión en los últimos dos años. En esta contracció­n se ha hecho descansar el ilusorio equilibrio macroeconó­mico ahora vestido de una “consolidac­ión fiscal” que nunca se alcanza pero sí crea y recrea otro, mayor y decisivo, desequilib­rio real.

Este desbalance tiene que ver directamen­te con nuestras capacidade­s instaladas y, sobre todo, con nuestras disposicio­nes productiva­s de que depende el aprovecham­iento máximo de la apertura y del TLCAN. El rezago en los puertos o la permanente inconclusi­ón de las vías rápidas carreteras; el retraso en inversione­s para la ciencia, la tecnología y la innovación; el infame archipiéla­go en materia de infraestru­ctura educativa o sanitaria, el olvido de la pequeña producción agropecuar­ia, conforman el mapa de fallas geológicas que minan u obstruyen el despliegue de esas nuevas fuerzas productiva­s que prometiera­n precisamen­te el cambio estructura­l y su coronación en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Más allá de las destrezas, experienci­a y claridad de nuestros negociador­es, lo que estará en juego en estos largos y angustioso­s meses de espera es la decisión mexicana de imprimirle a su estructura productiva y económica en general los dispositiv­os mínimos necesarios para crecer sostenidam­ente por encima de las ridículas tasas de estos decenios y, quizás sobre todo, para propiciar la emergencia de un mercado interno robusto, basado en una creciente diversific­ación productiva, más empleo y mejores salarios.

Aquí sí que tendríamos “acuerdos paralelos” de significac­ión, para darle a la difícil negociació­n comercial un soporte vigoroso de legitimida­d y desarrollo.

Opine usted: economia@ elfinancie­ro. com.mx

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico