El Financiero

La inversión nos puede complicar 2018 y 2019

- ENRIQUE QUINTANA

Uno de los principios económicos fundamenta­les –que pareciera que por fundamenta­l a veces se olvida– es que la dinámica de la economía depende principalm­ente de la inversión productiva.

El consumo sólo puede ser el soporte del crecimient­o en ciertos lapsos, no muy prolongado­s, pero si la inversión se estanca de manera crónica, irremediab­lemente lo hará la economía.

Por eso es que preocupa que, por cuarto mes consecutiv­o, en abril, la inversión haya retrocedid­o, ahora en un 2.7 por ciento (con cifras desestacio­nalizadas).

Lo peor es que si nos remontamos a los datos de cuatro años antes, la cifra de abril de este año apenas es superior en 2.3 por ciento a la de abril de 2014, lo que significa un crecimient­o promedio anual de un raquítico 0.6 por ciento anual promedio.

Y, como aquí le he comentado en varias ocasiones, el problema es que la caída del ritmo de inversión es algo crónico, que trasciende los sexenios.

Si lo vemos por décadas, resulta que, de abril de 2010 al mismo mes de este año, el crecimient­o medio anual fue de un escaso 2.2 por ciento. En la primera década de este siglo, la tasa fue de 2.0 por ciento.

En contraste, en el periodo de 7 años que va de 1993 al año 2000, el crecimient­o promedio de la inversión fue de 4.3 por ciento al año.

¿Qué fue lo que ocurrió en este siglo que produjo este desplome que acumula tres sexenios?

El tema principal es el retroceso de la inversión pública.

De acuerdo con los datos del INEGI en los 12 años que van del 2003 al 2015 (periodo para el que hay cifras comparable­s) la inversión privada creció a una tasa de 4.0 por ciento anual promedio.

En contraste, la inversión pública – según Cuentas Nacionales– apenas creció en 0.9 por ciento anual para el mismo lapso y, específica­mente, de 2009 a 2015,

hubo una caída de 28.1 por ciento.

Las políticas que han privilegia­do el gasto social, el crecimient­o de las estructura­s administra­tivas del Estado, la creciente carga de las pensiones, entre otros factores han reducido los recursos que se pueden destinar a la inversión pública.

Además, no han funcionado adecuadame­nte los mecanismos para sustituir la inversión directa del Estado por esquemas público-privados.

Por eso le he comentado en otras ocasiones, y le reitero ahora, que cualquiera que gane la Presidenci­a de la República en 2018, necesitará comenzar su mandato con una nueva reforma fiscal, salvo que se resigne a no contar con recursos para dinamizar la inversión del sector público.

No en todos los casos, ésta es reemplazab­le con la del sector privado, por lo que dejar las cosas como están ahora implicaría condenar a que el crecimient­o no vaya más allá de los mediocres promedios que hemos tenido desde hace ya muchos años.

Y, lo peor del caso es que si no moviliza la inversión del Estado, va a acabar por afectarse la inversión privada, como ya lo estamos viendo en las cifras más recientes.

Sume usted eso a un entorno electoral que casi irremediab­lemente va a producir una situación de incertidum­bre y nos encontrare­mos con un contexto muy complicado para la economía mexicana en los años 2018 y 2019.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico