CDMX entre cinismo e ingenuidad
Hace unas semanas, al inicio de la temporada de lluvias, el Jefe de Gobierno declaró: “la Ciudad de México no se colapsará” (por ese fenómeno), y agregó: “por supuesto que no, por ningún tema nos vamos a colapsar. La Ciudad de México seguirá funcionando y vamos a seguir funcionando permanentemente”. A la luz de la evolución reciente de los diversos problemas que enfrenta la capital, como inundaciones, contaminación, inseguridad, tramitología, corrupción, obras viales, etc., esas declaraciones rayan entre el cinismo y la ingenuidad. Cinismo porque las autoridades conocen los problemas y hay un abismo entre los programas y acciones preventivas y correctivas que deberían instrumentar y sus declaraciones; ingenuidad porque piensan que los habitantes de la ciudad somos tontos o más ingenuos que ellas.
Algunos botones de muestra. A mediados de mayo se registró la peor contingencia ambiental en la zona metropolitana de los últimos 17 años, que implicó aplicar por varios días consecutivos el programa “Hoy no Circula”, así como otras medidas asociadas. Si bien ello no es responsabilidad exclusiva del Gobierno de la CDMX, sino de toda la Comisión Ambiental de la Megalópolis (Semarnat y gobiernos estatales vecinos a la CDMX), el hecho es que la mayor afectación de un programa inefectivo recae en los habitantes del Valle de México.
En los últimos días, las lluvias han colapsado la ciudad con severas inundaciones en prácticamente todas las delegaciones. Tal vez la definición de las autoridades capitalinas de “colapso” no incluya los daños a casas-habitación y automóviles que quedan bajo el agua, o el incremento entre cuatro y cinco horas para regresar después del día laborado. Otra vez el asunto no recae sólo en autoridades locales, ya que las grandes obras hidráulicas requieren recursos federales (Conagua) como el Túnel Emisor Oriente, entre otras; también influye el Congreso que autoriza las asignaciones presupuestales y los ciudadanos por la falta de cultura (y sanciones) para disponer la basura. Pero la autoridad de la CDMX tiene mucho que ver, desde las actividades preventivas de limpieza de vialidades y de la red secundaria del drenaje, así como el proceso de recolección de basura, hasta la regularización (sea desalojo si son ilegales o de introducción de servicios básicos cuando proceda) de los asentamientos que se ubican en las partes altas del Valle de México. Los cauces de los ríos a cielo abierto, que todavía existen y que captan toneladas de basura de esas zonas, provocan una grave contaminación y colapsan el sistema hidráulico. Un caso terrible es el Río Magdalena que desemboca en la Presa Anzaldo al sur de la ciudad, que nos sólo acumula desperdicios de manera permanente sino que ya se convirtió en un grave problema de salud para las colonias aledañas y cuya solución está diseñada desde hace más de 15 años sin que se instrumente.
Ello, como muchas otras obras en la CDMX, requiere inversiones de las “que no se ven ni lucen”.
En los últimos meses, la inseguridad en la ciudad se ha incrementado sustancialmente tanto en delitos de alto como de bajo impacto. En el primer trimestre de este año todos los indicadores, oficiales y los que recopilan organizaciones no gubernamentales, señalan aumentos superiores a 15% a tasa anual. El más reciente: de acuerdo con Observatorio Ciudadano, el robo con violencia creció 38% en el primer cuatrimestre de 2017.
Por otra parte, la encuesta sobre calidad regulatoria publicada por el INEGI esta semana ubica a la CDMX en los últimos lugares a nivel nacional en materia de cargas administrativas para las empresas, en el número de trámites que tienen que realizar y en la corrupción asociada a trámites e inspecciones de la autoridad.
Eso sí, el Jefe de Gobierno está en campaña aunque se deteriore sistemáticamente en las preferencias electorales para 2018, aún entre sus simpatizantes (véase las encuestas de El Financiero de esta semana).
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Socio de GEA Grupo de Economistas y Asociados