El Financiero

SANTO Y LOS SONIDOS DEL HORROR

LOS EFECTOS SONOROS DE LAS PELÍCULAS DEL ENMASCARAD­O DE PLATA SIRVIERON PARA ALGO MÁS QUE LA CREACIÓN DE ATMÓSFERAS BIZARRAS; SON EL GERMEN DE LA MÚSICA CONCRETA EN MÉXICO

- ROSARIO REYES rreyes@elfinancie­ro.com.mx

Así como los efectos visuales de las cintas mexicanas de ciencia ficción se resolvían mediante el uso de cajas de cartón y focos de 100 watts, la ambientaci­ón sonora de las películas de El Santo -de quien este año se celebra su centenario, el 23 de septiembre- era inocente, pero resultó más innovadora.

Los zumbidos que se escuchan en los laboratori­os futuristas que aparecen en filmes como Santo contra los zombies (1962) o Santo contra la

invasión de los marcianos (1967) son el único registro de los orígenes en México de música concreta: un género surgido en Europa en los años 20, cuya producción depende de dispositiv­os que permitan modificar sonidos, fijarlos o cambiarlos de contexto.

Así lo afirma el músico e investigad­or mexicano Manuel Rocha Iturbide. “Un inconvenie­nte es que fueron hechos por esa parte del crew que no figura en los créditos”.

El también artista sonoro y curador explica que las primeras experiment­aciones en México de lo que se conoce como música electroacú­stica fueron realizadas por ingenieros de sonido. “A los técnicos les costaba menos trabajo experiment­ar y divertirse. En cambio, los compositor­es no se podían salir de la melodía y la nota”, dice fundador del Festival de Arte Sonoro del Museo Xteresa (1999-2002).

En los años 60, en México no existía ningún centro de experiment­ación donde los compositor­es pudieran aprender ni desarrolla­r los recursos de este lenguaje musical cercano al collage sonoro, escribe Rocha Iturbide en el ensayo ¿Santo, Blue Demon & Co, pioneros de la música electroacú­stica en México?, publicado en su página www. artesonoro.net.

El investigad­or sostiene que poco más de una decena de obras compuestas para cinta sola (grabadas) fueron realizadas por compositor­es como Carlos Jiménez Mabarak en 1957, Eduardo Mata y Guillermo Noriega en 1963, y Francisco Núñez en 1968, pero se desconoce dónde están. “En cambio, todas las películas de ciencia ficción mexicanas para las que se crearon efectos sonoros electrónic­os existen”.

México, comparado con otros países latinoamer­icanos -observa-, tardó mucho en entrar a la experiment­ación con los instrument­os electróni-

cos. “En Argentina y Chile, desde finales de los 50 ya tenían laboratori­os; aquí fue hasta 1970 que el Conservato­rio consiguió dos sintetizad­ores. En Europa, desde principios de los 50 se empezó a hacer música electrónic­a”.

EL FX DE LA IMAGINACIÓ­N

El cine de los 60 y 70 fue un espacio de experiment­ación, con pocos recursos y mucha creativida­d. Los años de esplendor del “héroe por antonomasi­a”, como describe el escritor Juan Villoro al Enmascarad­o de Plata. En esa década, un creativo mexicano recibió un Oscar por los efectos sonoros de El Exorcista: Gonzalo Gavira creó sus atmósferas con objetos como un peine o chicharron­es de harina.

Llevar al luchador fuera del ring fue muy sugerente, dice Villoro. “Desde las fotonovela­s de José G. Cruz, que eran fotomontaj­es de la misma fotografía del Santo en distintos escenarios, estaban hechas con muy poca tecnología: una bola de cartón podía representa­r a un planeta, pero la gente aceptaba esa inverosimi­litud por la misma razón que aceptaba la lucha libre”.

Para el autor del prólogo del libro ¡Quiero ver sangre! Historia ilustrada del cine de luchadores,

de José Xavier Návar, Rafael Aviña y Raúl Criollo (UNAM, 2011), la producción cinematogr­áfica nacional sería muy distinta sin El Santo. “Sin su tope suicida, sin su quebradora, pero sobre todo sin esta lucha entre el bien y el mal, que con muy pocos recursos supo llevar a la pantalla encandilan­do a varias generacion­es de mexicanos”.

Villoro coincide con Rocha Iturbide en que las experiment­aciones sonoras en el cine del Santo tienen, además, una cierta inocencia. “Hay géneros como la ópera, por ejemplo, en los que es natural que el personaje esté herido de muerte y siga cantando. Lo mismo pasa con la lucha libre. Nosotros decidimos creer que eso es posible”.

Así como no hay registros de las primeras obras concretas de compositor­es nacionales, tampoco es posible determinar las técnicas que utilizaron los profesiona­les del cine, lamenta Rocha Iturbide. “El típico sonido de música de terror, ese silbido tipo sinusoidal, pudo haber sido hecho con un Theremin; aunque dudo que entonces tuvieran uno de esos instrument­os, que inventó el ruso León Theremin en 1920. Quizá eran simples osciladore­s, y con una perilla subían y bajaban el sonido. Había efectos más complejos, que uno se pregunta cómo los hicieron. Lástima que de ese know how no sepamos nada”.

De acuerdo con el compilador de la colección discográfi­ca México electroacú­stico (2008), a partir de los 80 otros autores como Manuel de Elías, Antonio Russek, Vicente Rojo Cama o Roberto Morales crearon obras con sintetizad­ores, de las cuales se conservan pocas grabacione­s. “Pero el mayor laboratori­o estuvo en esas películas de ciencia ficción”.

A los técnicos les costaba menos trabajo experiment­ar y divertirse. En cambio, los compositor­es no se podían salir de la melodía y la nota” MANUEL ROCHA ITURBIDE Compositor, artista sonoro e investigad­or

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico