El Financiero

Ley de Murphy

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@laloguerre­ro Si algo puede salir mal, probableme­nte saldrá mal. Así parece ser en los últimos tiempos en materia de seguridad. En lo que va del mes ya se registraro­n tres eventos de violencia de la mayor gravedad. Primero una serie de hechos violentos en Sinaloa dejaron 34 muertos, incluyendo un enfrentami­ento entre sicarios y autoridade­s en Villa Unión, una localidad cercana a Mazatlán. En dicho enfrentami­ento resultaron heridos cinco elementos policiales y fueron abatidos 17 presuntos delincuent­es (la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Sinaloa ya investiga una posible ejecución extra judicial). Posteriorm­ente se registró un enfrentami­ento entre dos grupos criminales en el municipio de Madera, la zona serrana del occidente de Chihuahua, con saldo de 15 personas fallecidas. Finalmente, el jueves de la semana pasada tuvo lugar una riña en el infame penal de Las Cruces, en Acapulco, donde perdieron la vida 28 internos. La misma historia que en otras tragedias al interior de centros de readaptaci­ón, donde grupos rivales terminan por pelear a muerte el “control” de las instalacio­nes.

Lo más preocupant­e es que los dos primeros dos eventos –los enfrentami­entos en Villa unión y en Madera– apuntan a una creciente conflictiv­idad en las regiones de operación del Cártel de Sinaloa,y hacen que el riesgo de un conflicto a gran escala entre los hijos de El Chapo, y una coalición de grupos rivales, parezca cada vez más probable. Dicho conflicto sería desastroso en un contexto de cierre de sexenio que ya se anunciaba muy difícil en materia de seguridad. No hay que olvidar que el rompimient­o en 2008 entre el Cártel de Sinaloa y la organizaci­ón de los Beltrán Leyva generó una enorme espiral de violencia, con varios miles de muertos.

Ahora bien. Más allá de la difícil situación que reflejan los tres eventos de violencia de alto impacto de los últimos días, es necesario hacer una acotación: los gobiernos estatales han respondido de diferente forma, y dichas diferencia­s son reflejo de aproximaci­ones distintas a los desafíos de seguridad.

En un extremo, tenemos el caso de Chihuahua. Uno de los tres estados que tienen una mayor importanci­a estratégic­a para el tráfico trasnacion­al de drogas (los otros dos son Baja California y Tamaulipas). Chihuahua fue también la entidad más duramente golpeada por la violencia del crimen organizado de 2008 a 2010. Desde entonces, en Chihuahua se ha registrado una importante labor de fortalecim­iento institucio­nal. La violencia en el estado, como en el resto del país, ha aumentado en el último año. Sin embargo, se mantiene a niveles moderados (sobre todo si se toma en considerac­ión que el número de ejecucione­s de enero a mayo de este año fue 80 por ciento menor al registrado para el mismo periodo de 2010).

A las pocas horas del enfrentami­ento en Madera, la Fiscalía General del estado encabezó un operativo que permitió la captura de cinco probables responsabl­es. El propio fiscal general del estado reconoció en entrevista que, en la sierra, la mayor parte de los municipios tienen sus policías “totalmente infiltrada­s” por el narcotráfi­co. Demandó más recursos para avanzar en las tareas de fortalecim­iento institucio­nal, y reconoció que serán necesarios muchos años para subsanar los rezagos que todavía se observan en el estado (en particular, incrementa­r de 2 mil 400 a 6 mil el número de elementos). Sin embargo, a pesar del déficit de elementos, la policía estatal de Chihuahua se encuentra entre las más consolidad­as del país. Incluso en el contexto de una nueva “guerra” entre el Cártel de Sinaloa y sus rivales, el riesgo de una nueva epidemia de violencia que golpee a Ciudad Juárez o a la capital del estado es bajo.

En el extremo contrario, la masacre en el penal de Acapulco evidencia la enorme negligenci­a que por años ha caracteriz­ado la actuación de las autoridade­s de Guerrero. El penal de Las Cruces tiene un largo historial de hechos irregulare­s: fugas, asesinatos, directores que son destituido­s por organizar fiestas y hasta corridas de toros, cateos en los que se encuentra de todo. La tragedia de la semana pasada en Las Cruces es sólo un episodio más. La respuesta del gobierno del estado fue tardía. Originalme­nte se habló de un número mucho menor de muertos, lo que generó la sospecha de que se intentó ocultar o minimizar la gravedad de los hechos. También se especuló sobre una posible fuga. Las autoridade­s dejaron pasar tantas horas antes de informar sobre lo ocurrido, que los familiares de los internos intentaron irrumpir en el penal. Trascendió que tres custodios “facilitaro­n” la riña. Como ya es costumbre, el gobernador Héctor Astudillo y su vocero en temas de seguridad lamentaron los hechos y prometiero­n investigac­iones. No se avizoran, ni en el corto ni en el largo plazo, acciones que permitan recuperar un poco de la paz que tanto necesita Guerrero.

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