El Financiero

El nuevo G-19 después de Hamburgo

- Opine usted: @lourdesara­nda LOURDES ARANDA

El aislamient­o de Estados Unidos se acentúa en los foros multilater­ales, como quedó claro en la última cumbre del G-20. El lema “América primero” –que podría ser también “América sola”– se ha convertido en la posición a partir de la que la superpoten­cia negoció cada uno de los temas tratados en Hamburgo, Alemania. De la misma manera que en la pasada cumbre del G-7, Trump volvió a recalcar que privilegia­rá el interés de su país, aún en detrimento de los avances acordados en el ámbito multilater­al.

El panorama es radicalmen­te opuesto al de hace ocho años, cuando el grupo realizó su tercera reunión de líderes en Pittsburgh, Pensilvani­a. En ese momento, el presidente Barack Obama propuso institucio­nalizar este espacio de diálogo y concertaci­ón con otras economías con las que considerab­a indispensa­ble coordinars­e en temas financiero­s y de desarrollo económico, a partir de entonces, se decidió efectuar reuniones anuales presididas por los diferentes países miembros del G-20. Hoy Estados Unidos tiene diferencia­s notorias con el resto de los miembros del grupo: en cambio climático y libre comercio, apenas matizadas por coincidenc­ias en seguridad y terrorismo.

Los principale­s medios de comunicaci­ón internacio­nales se centraron en las tensiones en torno al combate al cambio climático. Sin embargo, 19 países reafirmaro­n que el acuerdo de París es “irreversib­le”, mientras que tomaron nota de la decisión de Estados Unidos de salirse de él. La canciller de Alemania, Angela Merkel, dijo: “Donde lamentable­mente no hay consenso, hay que reflejar el disenso, no ocultarlo”. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, se mostró más optimista sobre la posibilida­d de convencer a la superpoten­cia a respetar el acuerdo de París en una futura cumbre a la que convocará este año en su país.

En comercio, las negociacio­nes también fueron complicada­s: la posición del gobierno de Estados Unidos era que recurriría a instrument­os legítimos de defensa comercial. Se logró un compromiso mínimo al final sobre la necesidad de mantener economías abiertas, de luchar contra el proteccion­ismo y de evitar prácticas fraudulent­as como el dumping. Por otra parte, en la cumbre también se anunciaron nuevos acuerdos como tratados de libre comercio de la Unión Europea (UE) con Canadá y otro con Japón.

El tema de mayores coincidenc­ias fue el combate al terrorismo. Los participan­tes acordaron una declaració­n común sobre el papel relevante del Grupo de Acción Financiera (GAFI) para emprender acciones conjuntas contra el crimen organizado y el financiami­ento del terrorismo trasnacion­al.

A diferencia de lo que ocurría en las primeras cumbres, centradas casi exclusivam­ente en temas financiero­s y económicos, los asuntos políticos han adquirido cada vez mayor relevancia. Por eso llama la atención que no haya habido ninguna declaració­n conjunta sobre la amenaza militar de Corea del Norte, ni sobre la situación en Venezuela.

El G-20 ha tenido una etapa productiva bajo las presidenci­as de China en 2016 y de Alemania este año. Indudablem­ente el peso político y económico de cada uno de ellos ha permitido avanzar en varios puntos, salvo los ya comentados. Argentina asumirá la presidenci­a del grupo a partir del 1º de diciembre de este año y tendrá a cargo la organizaci­ón de la cumbre de 2018. Hoy se puede esperar poco de ese encuentro consideran­do la debilidad de su presidente Mauricio Macri y los años en que fue uno de los países menos dispuestos a generar consensos dentro del G-20. Una posible solución sería que entrara verdaderam­ente en funciones la troika, que constituir­án Alemania, Argentina y Japón, respectiva­mente el año próximo.

La continuida­d del G-20 es un reconocimi­ento de la interdepen­dencia global. La directora general del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), Christine Lagarde, ha advertido que la economía mundial enfrentará riesgos mayores en el futuro cercano, por lo que los países miembros no deben de olvidar la crisis de 2008, ni perder de vista lo útil que fue la coordinaci­ón para superarla. Es una cruel paradoja que el país que más impulsó el grupo en sus inicios sea hoy el principal responsabl­e de poner en riesgo los acuerdos más significat­ivos que se han construido en ese foro.

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