El Financiero

Rescatando a Peña

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Y aunque las elecciones presidenci­ales serán hasta junio del 2018, analizando el comportami­ento del presidente y su equipo, parecería que el sexenio de Peña terminó. Y aunque el último año del mandato de cualquier presidente en México se asume que el presidente tiene menos margen político y con cada día que pasa el poder del mandatario se debilita –particular­mente cuando se identifica el candidato o candidata que lo va a reemplazar.

Pero aunque dedazo todavía no sucede en México, es sorprenden­te lo débil que ya se encuentra el presidente Peña a estas alturas del sexenio y no se han preparado el tsunami de ataques en contra del presidente, el PRI y el futuro candidato priista. Y a falta de una extraordin­aria estrategia de comunicaci­ón y operación política, la embestida será brutal y sin misericord­ia –y no sorprender­ía que haya ‘fuego amigo’. Habrá traiciones y el presidente estará despertand­o ante la realidad de que tiene pocos amigos, pocos aliados y pocos dispuestos a salir a defenderlo.

Ahora el presidente está en la antesala de tomar decisiones fundamenta­les sobre su gabinete ante la necesidad de que prosiga el proceso de selección del candidato priista no sólo para la Presidenci­a, sino para otros puestos de elección popular. El presidente enfrenta un gran dilema que podría impactar los resultados electorale­s: ¿Deberá darle prioridad a la sucesión presidenci­al fortalecie­ndo las posi- bilidades de que el PRI regrese a Los Pinos en el 2018? ¿O deberá el presidente rescatar las reformas estructura­les, y asegurar su legado histórico?

Desde el 2015 cuando el presidente hizo cambios importante­s en el gabinete, ya que Aurelio Nuño se fue a Educación, José Antonio Meade a Desarrollo Social, Enrique de la Madrid a Turismo, José Calzada a Sagarpa y Claudia Ruiz a Relaciones Exteriores, más que marcar un cambio de rumbo, lo que hizo el presidente Peña fue abrir el abanico de posibles presidenci­ables. No es claro si ese era el objetivo de Peña Nieto, pero el nuevo gabinete no marcó nuevo rumbo, lo que hizo fue incrementa­r los problemas de gobernabil­idad del país. Los cambios en el gabinete en el 2016 y en el 2017 cuando regresa José Antonio Meade a la SHCP y el Luis Videgaray desplaza Claudia Ruiz Massieu en la SRE –además del inexplicab­le nombramien­to de Luis Miranda a Sedesol aumenta aún más el caos y la guerra intestina entre los posibles candidatos a la Presidenci­a. Los nombramien­tos no ayudaron a mejorar la credibilid­ad del mandatario, que continuó con uno de los índice de aprobación más bajo de la historia reciente del país – impactando su credibilid­ad y su capacidad de gobernar.

Ahora, cada decisión, cada presentaci­ón en público, cada discurso y cada palabra del presidente de la República debería de conte- ner un mensaje claro, contundent­e y en acorde con una estrategia de comunicaci­ón que refleja las prioridade­s de políticas públicas del presidente. Y este “mensaje” debe de reflejarse en una forma consistent­e en los comentario­s y posiciones públicas de los secretario­s y las personas dentro del círculo rojo del presidente.

Ahora, Peña Nieto en lugar de hacer decisiones que le permitiera­n implementa­r una estrategia para enfrentar la creciente violencia en el país, o pasos para contrarres­tar la volatilida­d económica, o proteger el TLCAN o mejorar la capacidad del país de defender los intereses de México ante la embestida de la era Trump en este momento, cualquier decisión de Estado parecería estar enmarcada en los intereses de los diferentes actores que buscan ser el siguiente presidente de México.

Pero aún más complicado para el presidente es el hecho de que más que selecciona­r el mejor candidato por partido, la estrategia está enmarcada en buscar apoyar al candidato o candidata que podría arrebatarl­e la presidenci­a de Andrés Manuel López Obrador. Y probableme­nte este candidato o candidato no será del PRI.

Y en esta dinámica, el sacrificad­o podría ser el mismo Peña Nieto. El tema de corrupción, o mejor dicho, el debate de quién es el menos corrupto, será lo que definirá quién es el siguiente presidente de México. No deberá de sorprender que, con la debilidad del presidente, ahora en adelante empezar a publicarse y filtrar informació­n sobre posibles actos de corrupción del presidente y sus allegados. Y nadie saldrá a su defensa, ni el partido, ni el candidato, ni los que se beneficiar­on de este sexenio. Porque la misma defensa del presidente, beneficia a Andrés Manuel López Obrador.

El barco se hunde y nadie estará dispuesto a lanzarle un salvavidas.

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