2,500 CARACTERES
El arte es una mierda
PATRICIA MARTÍN Esto nos da a entender Piero Manzoni con su pieza Merda d’artista, que consiste en 90 latas de aluminio, cada una rellena con sus heces, con una etiqueta en cuatro idiomas que especifica el contenido: “Mierda de artista, contiene 30 gramos conservada al natural, producida y enlatada en mayo de 1961”. En la parte de arriba están numeradas y firmadas. El valor de cada lata fue en esa época su peso en oro; hoy en día, tomando en cuenta el valor de mercado del oro costaría mil 175 dólares, pero el año pasado en una subasta en Milán, se vendieron a 275 mil euros cada lata. Y la provocación de la pieza no termina aquí; el artista Agostino Bonalumi, amigo de Manzoni, aseguró que en realidad estan rellenas de yeso, pero, ¿importa realmente?
Piero Manzoni nació el 13 de julio de 1933 en Soncino, una aldea a unos 70 kilómetros de Milán.
En los años 50, este artista autodidacta empezó a frecuentar el mundo del arte, cuya producción estaba dominada temáticamente por la Segunda Guerra Mundial, que había destruido, entre muchas otras cosas, las grandes configuraciones morales e ideológicas que prevalecían. A partir de esta destrucción, el arte y especialmente los artistas cobraron un papel central como albañiles de una nueva realidad; una que rechazó antiguos modelos y formas, apostando más por la acción que responde al carácter instantáneo y efímero de la vida; los signos ya no eran estáticos, se fusionaban con su proceso de transformación; la esclavitud que representaban términos como “composición” y “forma” fue intercambiada por la libertad que encontraron en el gesto, el material, el proceso y en sus emociones. Pero la obra de Manzoni quiso ir más allá en su liberación, quiso cortar el cordón umbilical entre el artefacto y quien acciona el artefacto, reducir la dependencia del arte en relación al artista, para entregárselo a todos.
En 1961, en Herning, Dinamarca, construyó una base de metal que instaló sobre un monte apartado. La llamó Socle du monde (Base del mundo) e inscribió al revés la leyenda “Base del mundo, base mágica no. 3 de Piero Manzoni, 1961, Homenaje a Galileo”, haciendo que en su diminuta superficie se deposite metafóricamente el peso del mundo, y transformando al planeta, a todos los seres humanos, los animales, el mundo vegetal y mineral, en una obra arte, y al arte en un fenómeno total, incuestionable, que simplemente es.
Habitado por una extraña y poco común combinación entre anarquismo y catolicismo, Manzoni creía fervientemente en la fuerza del arte, y dedicó su corta vida a entender su naturaleza, entregándonos el concepto de escultura total, que le atribuía a todos los seres humanos un potencial igualitario de transformarse en obras artísticas.
Como parte de su agenda y a partir de su idea de libertad, Manzoni incluyó el cinismo como una forma de oponerse al arte institucional que establecía una alianza entre la producción del arte que avalaba y las demandas de un mercado cada vez más activo y dominante. La crítica grotesca que hace con sus latas de excrementos, tiene un aspecto clásico de farsa –a la manera de la ropa nueva del emperador–, siendo esta crítica muy evidente, asimilada ingenuamente por el sistema que critica y que ha procesado, empaquetado, especulado, consumido, vendido y reprocesado ad infinitum un pedazo de mierda.
La vida es bella; tal vez obedeciendo al principio de burla Manzoni nos dice esto, nos muestra el truco sin revelar el misterio; pero también nos deja entrever un mundo mágico, un lugar separado de la realidad desde donde podemos monitorear, como una cámara de circuito cerrado, nuestra vida cotidiana. Este amor a la vida tal vez se condensó tanto en un artista excepcional, que murió a los 29 años de un ataque al corazón.