El Financiero

JORGE G. CASTAÑEDA

-

@Jorgegcast­aneda El lunes pasado EU hizo públicas sus metas de negociació­n para los intercambi­os con México y Canadá para revisar el TLCAN. Aunque el documento de 17 páginas es denso, más para especialis­tas que para “todólogos” como yo, y representa, más que otra cosa, una síntesis de las divisiones dentro del gobierno de Washington, se pueden desprender de algunas conclusion­es iniciales.

No quisiera entrar en la discusión, un poco ociosa por el momento, de si las demandas norteameri­canas son buenas o malas para México, excesivas o insignific­antes, esperadas o imprevista­s. Prefiero comentar lo que me gusta del planteamie­nto. Habrá que ver hasta dónde quiere llegar EU en la inclusión de los puntos de su pliego petitorio, y sobre todo si, en caso de hacerlo, qué consecuenc­ias reales pueden tener para México. Por el momento, subrayo dos planteamie­ntos interesant­es y bienvenido­s, y un tercero, aún ausente.

Empiezo con la referencia salarial incluida en la demanda de incorporar los acuerdos paralelos de 1993 al núcleo del Tratado y de darle mayores dientes y detalle a los temas laborales. Algunas de las tesis de EU fueron tomadas del TPP; por ejemplo, si no me equivoco, el tema del trabajo infantil. Otras provienen del equipo de nacionalis­mo económico de Trump. Para ir al grano, si la única manera de elevar los salarios en México es porque EU nos lo exige como condición para permitir que los productos mexicanos sigan entrando al mercado más grande del mundo sin aranceles, así sea.

No sé si esa sea la mejor manera de aumentar el ingreso de los trabajador­es mexicanos. Creo que puede provocar distorsion­es en el mercado de trabajo en México. Sin duda, no correspond­e del todo a las versiones clásicas del libre comercio. No es seguro incluso que se pueda hacer. Pero si las demandas laborales en materia de sindicatos, libres de cumplimien­to de normas internacio­nales (OIT) y de salarios decentes, se acompañan de consecuenc­ias reales o “dientes” en caso de incumplimi­ento, bienvenida­s sean.

Podremos alegar durante años que así no se deben incrementa­r los salarios en México; que sería preferible que aumente el empleo y la productivi­dad para que más adelante crezcan los sueldos; y que la mejor manera de que eso suceda es elevando las exportacio­nes mexicanas a EU. Pues sí, pero todo eso no ha sucedido a lo largo de los últimos 23 años.

Segunda considerac­ión, ya planteada por varios colegas, en particular por Leo Zuckermann. Me refiero a la inclusión de un capítulo sobre corrupción en el Tratado, a petición de EU. De nuevo, le doy la bienvenida, ya que me he convencido desde hace tiempo que no vamos a acotar la corrupción en México sin apoyo internacio­nal. Como ese no parece poder provenir de la ONU, de la OCDE, ni de otras organizaci­ones multilater­ales, pues que se origine entonces en un acuerdo bi o trilateral con EU y Canadá. No creo que haya de otra. Preferiría que el Tratado incluyera una especie de espejo de la Foreign Corrupt Practices Act o Ley contra las Prácticas Corruptas en el Extranjero de EU; y todavía es posible que así suceda. La FCPA es una ley hasta cierto punto draconiana que se ha violado muchas veces desde que se promulgó en los años 70, pero que tiene el mérito de infundirle temores innegables a empresas norteameri­canas que operan en el mundo, corrompien­do a funcionari­os desde tiempos inmemorial­es. Quizás el escándalo más reciente en México fue el de Walmart, denunciado por el New York Times hace pocos años.

Mi tercera reflexión se dirige a una ausencia en el documento norteameri­cano pero que podría pertenecer al mexicano: una cláusula de derechos humanos para los tres países. México ya aceptó la incorporac­ión de temas de democracia y derechos humanos en los acuerdos de libre comercio a través del Convenio con la Unión Europea, firmado en 1998, ahora en plena revisión. No tiene nada de malo que se mezcle el libre comercio con los derechos humanos; probableme­nte sea la forma más eficaz de obligar a un mayor respeto por estos derechos y limitar sus violacione­s.

Solemos molestarno­s cuando el Departamen­to de Estado denuncia violacione­s a los derechos humanos en nuestro país. Preguntamo­s ¿quiénes son ellos para juzgarnos? Pues si incluimos el tema en un acuerdo entre los tres países, ellos serán lo mismo que nosotros y los canadiense­s: partes de un convenio libremente consentido en donde tres países se compromete­n a respetar determinad­as normas de derechos humanos.

Hacerlo le serviría doblemente a México: En primer lugar, nos permitiría invocar el tratado a propósito del maltrato a los mexicanos en EU. Segundo, fungiría como ancla internacio­nal para reducir las gravísimas violacione­s a los derechos humanos en México, que hemos todos atestiguad­o desde 2007. Ojalá Canadá, un país con una vieja tradición de defensa de los derechos humanos en ámbitos internacio­nales, lo proponga; ojalá México lo sugiera; y ojalá algunos sectores en EU, que por distintas razones no lo han planteado, ahora sí lo hagan.

Opine usted: gaceta@ jorgecasta­ñeda. org

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico