MANUEL SÁNCHEZ
RAZONES Y PROPORCIONES
Los objetivos de Estados Unidos para la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte revelan un sesgo proteccionista que puede limitar los beneficios para los tres países miembros.
La larga lista de aspiraciones publicada por la Oficina del Representante de Comercio de esa nación incluye muchos aspectos favorables a la apertura. En particular, proyecta mantener el actual acceso libre de aranceles al intercambio de bienes y reducir o eliminar las barreras no arancelarias.
Igualmente, resulta positivo que se contemple liberalizar áreas que no existían cuando se negoció el texto vigente, como el comercio digital y el flujo transfronterizo de datos, así como las que se reservaron parcial o totalmente, como la energía en México.
A pesar de esas loables directrices, las cuales, por otra parte, no deberían sorprender al tratarse de un acuerdo de libre comercio, el documento oficial pone de manifiesto la intención de Estados Unidos de aumentar su margen de maniobra para, si lo decide, imponer restricciones a las importaciones de México y Canadá.
Esta finalidad se vuelve evidente en varios aspectos, entre los que sobresalen tres. El primero es proponerse, como objetivo del comercio de bienes, aumentar el saldo comercial de Estados Unidos y reducir su déficit con las naciones del TLCAN.
Esta meta obedece a la interpretación, superada desde hace mucho tiempo en economía, de que los déficits comerciales reflejan una desventaja respecto a los países superavitarios. En la introducción del comunicado, se atribuye al Tratado ese fenómeno, así como el cierre de fábricas y la falta de empleo.
Aunque ese reclamo carezca de sustento, el objetivo previsto no puede desestimarse. Como era de esperarse, la mayoría de los planteamientos de liberalización se expresan, primordialmente, en función de un mayor acceso de las exportaciones estadounidenses. Sin embargo, la meta puede conducir además a medidas para restringir las importaciones.
Un segundo aspecto, el de los “remedios” comerciales, da entrada precisamente a esa posibilidad. Lo hace de dos formas. Una es la eliminación del capítulo 19 del TLCAN, que trata de los derechos antidumping y compensatorios.
Estos consisten en cargas a las importaciones bajo el argumento de que su precio se encuentra por debajo del costo de producción o del precio del país de origen, en el primer caso, o está subsidiado por alguna autoridad, en el segundo.
El capítulo mencionado estipula que la nación afectada por esas medidas puede acudir a un panel bilateral con su contraparte a fin de dirimir sus diferencias. Este mecanismo hace menos fácil la imposición de gravámenes arbitrarios y puede actuar como disuasivo.
La otra forma es abolir la cláusula de excepción para los países del TLCAN en las acciones de “salvaguarda global”, las cuales son obstáculos a las importaciones que se aplican a todos los países. A diferencia de los derechos antidumping y compensatorios, su implementación no requiere demostrar alguna práctica “injusta”.
Por ejemplo, Estados Unidos ha iniciado una investigación para dilucidar si las importaciones de aluminio y acero ponen en peligro la seguridad nacional. En caso resolutivo, puede imponerlas unilateralmente. Con el actual TLCAN, México y Canadá quedarían exentos.
La eliminación del capítulo y la excepción referida proporcionaría a Estados Unidos una mayor libertad para bloquear el comercio con sus dos países socios.
Un tercer aspecto es la incorporación al Tratado de disposiciones ajenas al comercio y a la inversión que pueden frenar estos flujos. Tal es el caso de los estándares laborales y de medio ambiente según las leyes de Estados Unidos. Estas regulaciones pueden convertirse en barreras no arancelarias, al reflejar los intereses de diversos grupos de poder.
Un argumento semejante aplica a la meta de evitar, “mediante un mecanismo apropiado”, la manipulación de los tipos de cambio. Aunque México y Canadá tienen regímenes de tipo de cambio flexible, la amenaza de buscar interferir en su política monetaria o utilizarla como excusa para el proteccionismo representa un riesgo.
Otros muchos propósitos merecen atención, como el fortalecimiento de las reglas de origen, las cuales convendría simplificar en lugar de incrementar, para no dañar la eficiencia regional.
En suma, la revisión del TLCAN debería tener como objetivo la eliminación de barreras al comercio y la inversión. Mezclar la apertura con medidas de motivación política puede afectar a los tres países, pero, en especial, al que las aplica.
*Exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006)