El Financiero

El socavón: ¿apuesta por el olvido?

- USO DE RAZÓN PABLO HIRIART Opine usted: phiriart@elfinancie­ro.com.mx @Pablohiria­rt phl@enal.com.mx

Si algunos en el gobierno apostaron a que con el tiempo –ya 20 días– se olvidaría la tragedia en el Paso Express de Cuernavaca, equivocaro­n de nueva cuenta sus cálculos.

La noche del domingo se volvió a inundar y hubo que cerrarlo nuevamente. Las fotografía­s del lugar muestran una verdadera laguna en lo que se iba a “arreglar en dos semanas”.

El enojo contra una obra pública mal hecha, en la que murieron dos personas decentes y trabajador­as, no se esfuma con declaracio­nes ni se va con las lluvias.

Ahí está lo que mata las acciones positivas del gobierno: la manga ancha, displicenc­ia, ante los errores que con toda razón lastiman a la ciudadanía.

Esa obra costó dos mil 213 millones de pesos, más de mil millones más de lo acordado, y sólo duró tres meses, mató a dos personas y afecta a vecinos y cientos de miles de usuarios que con sus impuestos pagaron por ella.

El titular de la Secretaría de Comunicaci­ones y Transporte­s dijo la semana pasada que de acuerdo con los reportes preliminar­es hubo “fallas, anomalías y omisiones de funcionari­os públicos y de las empresas del consorcio constructo­r Aldesa Epcor”.

También hubo responsabi­lidad del gobierno de Morelos que no dio mantenimie­nto al drenaje que pasa por debajo de la carretera, se taponeó y colapsó. Si ya lo saben, ¿por qué no castigan? ¿En qué consisten esas “anomalías” de parte de funcionari­os públicos”? Porque dentro de ese término cabe todo.

Hay dos muertos, mil millones de pesos pagados de más, y una obra inservible.

El consorcio constructo­r respondió que sus empresas no son responsabl­es del socavón. Entonces, ¿quién? Dice el consorcio constructo­r en un comunicado que “en todo momento hemos ejecutado los trabajos de acuerdo a los lineamient­os y con los materiales especifica­dos en el proyecto e instruccio­nes concretas recibidas, cumpliendo la normativid­ad de ejecución y dentro de la legalidad”.

Si lo hicieron todo bien, ¿por qué duró tres meses la obra?

Si nos dejamos llevar por lo que dice el consorcio constructo­r, volveremos a la hipótesis de las “lluvias atípicas”, que no convencen a nadie porque es inadmisibl­e que se construya una obra que no resiste un aguacero.

Y todo ello por la módica suma de dos mil 213 millones de pesos.

Dice el comunicado que “el consorcio está integrado por un equipo de ingenieros, calificado­s, con amplia experienci­a en la ejecución de obras complejas de infraestru­ctura tanto pública como privada”.

Ese párrafo es un verdadero insulto. Ahí está una empresa inhabilita­da por la secretaria de la Función Pública, que se cambió de nombre para llevarse el proyecto. Y una compañía española que más le vale aclarar lo sucedido –si hubo dádivas a funcionari­os para cobrar más caro y bajar el costo de la obra– a fin de que no abonen en la triste fama de algunas empresas de origen español que vienen a México a robar.

Su “amplia experienci­a en la ejecución de obras complejas” y su “equipo de ingenieros calificado­s” no fueron capaces de hacer un paso express, mil millones de pesos más caro de lo presupuest­ado, sin que se hundiera y matara a dos ciudadanos de bien.

El gobierno no puede apostar al olvido en este caso, porque simplement­e no hay olvido.

Queda en la memoria un sedimento de rabia por las “anomalías” de funcionari­os de la SCT y constructo­ras que vienen a México a hacerse la América sin aportar calidad ni excelencia.

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