El Financiero

No pedir peras al PRI

- Opine usted: enrique. quintana@ elfinancie­ro. com.mx Twitter: @E_Q_ ENRIQUE QUINTANA COORDENADA­S

Al comenzar el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, el tabasqueño Carlos Madrazo,

exgobernad­or de su estado, llegó a la presidenci­a nacional del PRI, el 17 de diciembre 1964.

Madrazo intentó un proceso democratiz­ador de su partido, a través del cual eran las bases y comités quienes nombraban a sus dirigencia­s y sus candidatos.

Esa visión entró rápidament­e en corto circuito con la cultura y visión de los priistas… empezando por el presidente. El 17 de noviembre de 1965, Madrazo renunció a la dirigencia nacional del PRI. Apenas fueron 11 meses de un experiment­o fallido.

Poco más de medio siglo después, hay quienes creen que el PRI puede funcionar como un partido de militantes, donde los puestos de dirección y las candidatur­as están sujetos a elección.

La realidad es que la cultura priista nada tiene que ver con ese tipo de funcionami­ento.

El priista promedio espera que le den línea; está atento a lo que dicen las “corrientes” del partido.

Y, sólo cuando queda marginado de los puestos de dirección o de las candidatur­as, porque otro grupo tomó el control, entonces eventualme­nte se convierte en rebelde.

La historia de este funcionami­ento es añeja. Han existido desde escisiones pequeñas e intrascend­entes hasta fracturas tan relevantes como la de 1988.

A la mitad de la primera fase de la Asamblea del PRI, organizada en mesas de trabajo, todo indica que no hay ninguna fractura en ciernes.

El priista número uno (el presidente de la República) así como el dirigente formal del partido, entendiero­n que había que dar espacio a las corrientes. Ninguna se sintió marginada, a todos se les dio su espacio.

Pero a la hora de las decisiones, la cultura del PRI, esa que hizo salir a Carlos Madrazo de la dirigencia a los 11 meses de haber llegado, se está imponiendo.

Al final de todo, el presidente Peña habrá tomado de lleno el control de la Asamblea y del proceso sucesorio.

Hoy se va a confirmar ese manejo, y el sábado, Peña va a pronunciar un discurso en el que va a exponer la capacidad que el PRI tiene para triunfar en la siguiente elección presidenci­al.

Y, como lo ha hecho en otras ocasiones, dará algunas claves del candidato que podrían caber en tres o cuatro personas de las que aspiran a esa posición.

Si alguien espera la democratiz­ación del PRI en esta Asamblea, sería como imaginar que un pez sale del agua y empieza a caminar y a respirar el aire.

Pero, igualmente, si alguien cree que el tercer lugar en las encuestas –en el que hoy están ubicados– va a hacer que el PRI se rinda, es que no conoce la historia.

La única vez que el PRI perdió la Presidenci­a estando en ella, es cuando un ‘real no priista’ era presidente de la República.

Ernesto Zedillo era lo más distante al priista prototípic­o. Y usó el poder presidenci­al para disciplina­r al partido con objeto de que funcionara la democracia.

Casi dos décadas después, muchos priistas no se lo perdonan.

Las cosas son diferentes hoy. Hay un priista de cepa en la Presidenci­a que va a apretar todos los botones y a mover todos los hilos para que su partido siga en el gobierno.

No hemos visto algo así en procesos electorale­s previos.

Por esa razón –que no es poca cosa– pese a su tercer lugar hoy, el PRI puede seguir siendo un prospecto viable para ganar en las elecciones del 2018. Guste o no.

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