Tiempo de repensar la estrategia de seguridad (II)
La semana pasada señalamos que de continuar la tendencia observada en los primeros seis meses del 2017, este año podría llegar a ser el más violento en más de cincuenta años, con 25 homicidios por cada cien mil habitantes. No obstante, y como frecuentemente sucede, los promedios esconden buena parte de lo que necesitamos saber para diseñar políticas públicas y evaluar las estrategias seguidas.
México, como en muchos otros temas, también es muchos Méxicos en materia de inseguridad. Si consideramos la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes, que es como debe medirse este indicador para poder comparar entre distintos ámbitos geográficos, encontramos en la parte alta a Colima (82), Guerrero (71), Chihuahua (47), Sinaloa (43), Zacatecas (36), Morelos (33), Baja California (32) y Baja California Sur (30), y en la parte baja a Yucatán (3), Aguascalientes (4), Querétaro, Tlaxcala e Hidalgo (7), Coahuila (8), Chiapas (10) y San Luis Potosí (11). Situaciones completamente diferentes.
Pero no solamente encontramos a lo largo del país magnitudes distintas, también observamos patrones temporales diferentes. De las cifras recientemente publicadas el caso que llama más la atención es el de Colima, entidad que tenía en el 2007 siete homicidios por cada 100 mil habitantes y hoy tiene 82. ¿Que sucedió en estos 10 años en Colima para tener una escalada de violencia tan grave?; también cabría preguntarse qué paso en Michoacán en el 2016 para pasar de 19 homicidios por cada 100 mil habitantes en el 2015 a 29 en ese año.
Por el contrario, varias entidades federativas que llegaron a tener indicadores de violencia de los más altos del país en el 2011, hoy se encuentran significativamente abajo del promedio nacional. Durango bajo de 63 homicidios por cada 100 mil habitantes en el 2011 a doce en el 2016, Nayarit de 52 a 11 y Nuevo León de 45 a 12, en el mismo periodo. ¿Qué podemos aprender de la disminución de la violencia en esos estados?; seguramente también hay lecciones del caso Chihuahua donde se tuvo una disminución muy importante al bajar de 182 homicidios por cada 100 mil habitantes a 47, aunque sigue siendo una de las entidades más violentas del país.
Existen, por otro lado, entidades federativas que quizá no tienen los grandes números de otras, pero que requieren mucha atención dada la tendencia creciente en los homicidios, tal es el caso de Guanajuato, Oaxaca, Tabasco, Veracruz, Puebla y en menor medida de la CDMX. También habría que observar a las entidades federativas donde la tasa de homicidios ha disminuido pero donde se registran niveles más elevados que los históricos, como Sonora, Jalisco, Estado de México y Tamaulipas.
Termino este artículo como el anterior, me parece que es tiempo de volver a llamar a la mesa a los que saben, ver que no ha funcionado y replantear, o ajustar, la estrategia de seguridad
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*Profesor Asociado del CIDE