Complejos temas laborales en el TLCAN
Uno de los aspectos más álgidos de la renegociación del TLCAN será el denominado capítulo laboral debido, como en otros temas, a la falta de claridad de los objetivos que plantea Estados Unidos, en los que incluye desde algunos “políticamente correctos” hasta otros en que es muy complicado definir a priori sus alcances.
Entre los primeros señala incorporar las previsiones laborales en el cuerpo del tratado, en vez de que sea un acuerdo paralelo; mantener las prácticas y estándares previstos en la declaración de la Organización Internacional del Trabajo, de la cual México es signatario, tales como la libertad de asociación de los trabajadores y las negociaciones colectivas, eliminar el trabajo forzado, el infantil y la discriminación; y establecer reglas para que los países no eliminen de sus legislaciones los estándares laborales reconocidos internacionalmente, que pudieran afectar el comercio o la inversión entre las partes. Hasta aquí y en principio, ningún problema evidente para México.
En el resto de los objetivos de EU es donde las negociaciones pueden complicarse sustancialmente: establecer leyes y reglas para que los países firmantes tengan “condiciones aceptables” en relación con salarios mínimos, horas de trabajo, y seguridad y salud ocupacional; prohibición del comercio con países en los que exista trabajo forzado (como si Estados Unidos lo controlara en países asiáticos, incluido China, y varios africanos); que las obligaciones laborales se sometan a los mismos mecanismos de resolución de controversias que otros acuerdos del Tratado, pero proponen eliminar el correspondiente al comercio (Capítulo 19) y sujetarlo a su propia legislación; y establecer un “Comité Laboral” para supervisar el cumplimiento de los acuerdos, como si esos foros fueran efectivos (ejemplos hay muchos como el grupo de edulcorantes, que sirvió de poco en la controversia azucarera).
Sin duda el tema más complejo será el de condiciones laborales, incluido el salarial. Las diferencias salariales entre Estados Unidos y México son abismales: en 2016 el salario medio fue 8.7 veces superior en aquel país y el mínimo —que aparentemente es el que les importa en el marco del TLCAN, aunque sólo lo perciba 1.5% de la población ocupada formal— en el primer semestre de 2017 alcanzó 15 veces, aún con el aumento de 9.6% en enero de este año. Además, la política laboral es totalmente distinta en materia de prestaciones, reparto de utilidades y seguridad social, bonos, etc. como reportó El Financiero esta semana.
Aparentemente, lo que busca la administración Trump es incrementar los costos de fabricación de los productos mexicanos para darles mayor competitividad a los estadounidenses (no sólo por los insumos laborales); desde luego, de la peor manera posible, ya que ello implicaría perder competitividad en toda la región. Además, ello generaría un aumento de la informalidad laboral en México, derivado de los mayores costos unitarios de la mano de obra y un aumento de la mano de obra desocupada, que eventualmente se traduciría en una mayor migración hacia EU, que Trump quisiera contener. De acuerdo con el Consejo Nacional de Población, en 2016 el salario promedio de trabajadores mexicanos en EU fue superior en más de seis veces al que perciben los empleados en el país, con lo que el diferencial, aunque disminuyera, es de tal magnitud que continuaría siendo un incentivo para buscar empleo en el vecino del norte. Sería un caso de políticas encontradas, que producirían efectos contrarios a los buscados.
Ajustes salariales “por decreto” o por acuerdos comerciales, que para todo propósito sería lo mismo, sin incrementar la productividad y la capacitación, se traducirían en desequilibrios en el mercado laboral, mayor inflación y presiones al tipo de cambio, lo que reduciría la competitividad de EU con respecto a México.
El secretario de Economía señaló que no irá a darles clases en la renegociación; más vale que lo haga.
Socio de GEA Grupo de Economistas y Asociados