El Financiero

¿Bajo control?

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Ayer se conoció que la inflación anualizada durante el mes de julio alcanzó 6.4%. Esto es el doble de la meta del Banco de México, pero es además la mayor registrada en el año (y en ocho anteriores). Por ello, algunos se preocupan, piensan que la inflación está fuera de control, y exigen mayores alzas en la tasa de interés, o incluso critican al Banco de México por no cumplir con su mandato.

Creo que las preocupaci­ones son exageradas. Efectivame­nte la tasa de inflación anualizada es la mayor del año, pero la velocidad a la que crece es cada vez menor, de forma que podríamos entrar ya en el proceso de reducción en los próximos meses. Más aún, al interior del índice general, hay varios indicadore­s que ya han iniciado ese proceso. El más importante de ellos, porque fue el que más creció, es el transporte. En ese rubro, la inflación anual era de casi 14% en mayo, de 13% en junio, y apenas de 11.3% en julio. Lo peor ya pasó. En otros índices, hay estabilida­d: ropa y calzado se encuentra ligerament­e arriba de 4%, vivienda ronda el 3%, Educación el 4%. También los gastos de salud crecen a un ritmo estable, pero ése sí elevado: 6%.

De manera que toda la presión inflaciona­ria actual está concentrad­a en dos indicadore­s: alimentos y muebles. En estos últimos, mucho menos importante­s, la inflación fue de 4.9% en mayo, 5.2% en junio, y 5.4% en julio. Crece, pero cada vez menos. Hace algún tiempo le proponía utilizar la “aceleració­n” de precios para ver este fenómeno. En los muebles, la aceleració­n baja de 2.4 en mayo a menos de 2 en julio.

De manera que todo el impacto viene de los alimentos, y eso es preocupant­e porque mientras menos ingreso tiene una familia, destina un mayor porcentaje de su gasto a comprar comida. Dicho de otra manera: la inflación en los últimos meses está golpeando más a quien menos tiene. Es un fenómeno frecuente, y es por eso que reducir la inflación es una de las herramient­as más importante­s para reducir la pobreza (y la desigualda­d, por otras razones).

En los alimentos sí hay problemas, le decía. Por ejemplo, lácteos y huevo, que incluso habían bajado de precio, tienen un gran salto en julio, y la inflación anual en este rubro alcanza 9.5%. Pescados y mariscos, por el contrario, llegan a la misma cifra pero con un comportami­ento descendent­e. Aceites y grasas, que también andan entre 9 y 10% de inflación anual, presentan un comportami­ento estable en los últimos meses: suben al mismo ritmo, pues. Y lo que finalmente desequilib­ra todo son las frutas y verduras, que tenían una inflación anual de cerca de 5% en abril, de 10% en mayo, de 13% en junio, y casi de 20% en julio.

En algunos casos, el incremento de precio tiene un componente externo. Maíz y trigo, por ejemplo, han subido de precio en los mercados internacio­nales durante el último año, y aunque el peso se ha recuperado frente al dólar, el efecto neto puede seguir siendo ligerament­e al alza. Es más o menos lo que vivimos durante 2015 y 2016, cuando el peso se depreciaba, y la inflación no crecía, porque al mismo tiempo caían los precios internacio­nales. Ahora el fenómeno es al revés: los precios internacio­nales suben, el peso se recupera. Y si antes esto ayudaba a que la inflación no subiera, ahora impide que baje. Ni modo.

En suma, parece que el único sector en el que hay una presión importante es el alimentari­o. Y no es un sector cualquiera. Habrá que pensar si la tasa de interés puede ayudar en esto, o si hay que escarbar un poco más para entender mejor lo que pasa en estos mercados.

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Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey

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