El Financiero

La Asamblea del PRI se opaca

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La Asamblea del PRI fue exitosa para el partido y para el Presidente de la República. Si hace pocos meses muchos descontaba­n al PRI para 2018, hoy recobra oxígeno. Que haya prevalecid­o la llamada unidad, que para muchos es sinónimo de sumisión, era una condición necesaria para que el partido sea competitiv­o el próximo año. Sin embargo, las acusacione­s en contra de Emilio Lozoya por presuntos sobornos está opacando rápidament­e la celebració­n del fin de semana.

La remoción de los candados para que un simpatizan­te pueda ser candidato presidenci­al es un triunfo político del presidente Peña Nieto, quien podrá designar, sin conflicto interno, al candidato del PRI. No significa que será – inevitable­mente– el secretario de Hacienda, pero es la opción más probable (junto con la del secretario de Salud). Ambas candidatur­as son menos vulnerable­s a los ataques de López Obrador y pueden ser atractivas para un público más amplio. Sin embargo, de poco sirve un candidato honesto y con credencial­es de excelencia académica y profesiona­l si persisten las sombras de corrupción alrededor del gobierno y ahora se suma la sospecha sobre la campaña de 2012.

El PRI podría remontar el tercer lugar que tiene en las encuestas e inmunizars­e frente a la bajísima popularida­d presidenci­al, pero requiere vacunarse frente a las acusacione­s de corrupción, como aquella en contra de Lozoya. Es el PRI el partido más interesado en que este caso y otros pendientes se resuelvan y haya castigo ejemplar. Desde diciembre de 2016 se sabe de las delaciones hechas por directivos de Odebrecht de sobornos hechos por 10.5 millones de dólares a altos directivos de Pemex. ¿Habrá realizado el gobierno las investigac­iones para adelantars­e a este golpe mediático que llegaría tarde o temprano? ¿Contarán con la evidencia para desmentir las acusacione­s o procederán en contra del exdirector de Pemex en caso de que sea cierta la informació­n?

Que la economía mejore y que la renegociac­ión de NAFTA llegue a buen puerto son acicates a favor del PRI para 2018; no obstante, el mayor estorbo han sido y seguirán siendo los escándalos de corrupción. Que haya exgobernad­ores en proceso es apenas un guiño a la población que desconfía; se requie- ren más procesos penales en los próximos meses para –al menos– generar el beneficio de la duda. Y ahora se suma el caso Odebrecht que requiere atención inmediata para despejar dudas y deslindar responsabi­lidades, sin lo cual, la sombra del caso estará presente durante las campañas de 2018.

Es obvio que los partidos de oposición presentará­n quejas ante el INE y denuncias ante la Fiscalía electoral (FEPADE) por indicios de presunto financiami­ento ilegal de la campaña del PRI en 2012. Al margen del desenlace de esa eventual investigac­ión, esta ocurriría justamente durante el periodo de precampaña­s y podría, eventualme­nte, prolongars­e durante las campañas. El daño para el PRI podría ser enorme, aun y cuando postule a un candidato ejemplar en lo individual.

Aunque en lo fundamenta­l la Asamblea fue un éxito político (rápidament­e opacado), hubo algunas pifias. Destacan dos: la propuesta de gobiernos de coalición y la prohibició­n para que legislador­es plurinomin­ales puedan reelegirse por la misma vía. Respecto a la primera, la experienci­a del Pacto por México muestra que no se requiere gobierno de coalición, sino coalicione­s legislativ­as para gobernar. “La distinción no es menor: una cosa es matrimonio y otra cosa es pago por evento”. Asimismo, los promotores dicen que un gobierno de coalición es factor de gobernabil­idad. Pero en México nunca ha existido ingobernab­ilidad por esa razón ni tampoco por presidente­s minoritari­os. Cuando la hay es por la corrupción, la violencia del crimen organizado y la falta de estado de derecho.

Si nos atenemos a la experienci­a de los nombramien­tos que realiza el Congreso, no es exagerado decir que un gobierno obligatori­o de coalición puede significar pasar del gobierno de cuates al gobierno de cuotas. Hay una dosis de moda, de ingenuidad o de falta de sentido histórico entre quienes promueven una suerte de parlamenta­rización de nuestro sistema presidenci­al.

Respecto a la prohibició­n de que legislador­es pluris se reelijan por la misma vía, basta decir que es inconstitu­cional. La Constituci­ón otorga el derecho a la reelección sin distinguir entre legislador­es de mayoría o de representa­ción proporcion­al. De tal forma que cualquier militante, mediante un juicio para la protección de los derechos políticos del ciudadano, podrá lograr que el Tribunal Electoral revoque tal medida que suena más a populismo de asamblea. O bien, quizá antes de eso el INE declare tal disposició­n inconstitu­cional cuando apruebe los nuevos estatutos del PRI en las próximas semanas.

Opine usted: @Lcugalde

Ver mi artículo “Mitos y realidades de frentes electorale­s y de gobierno”, Animal Político, 7 agosto 2017.

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