Que gane Claudia
Una de las principales aspiraciones en un partido político es la de ganar elecciones. El triunfo electoral permite –en teoría– poner en marcha planes de gobierno, sus ideas sobre la organización social y, según se trate, su proyecto de nación o de ciudad. Como bien sabemos, no es lo mismo estar mentando madres en la oposición que tener que gobernar y tomar decisiones. Es un cambio abismal que no siempre se transita con éxito.
Todo parece indicar que la muy noble y leal CDMX cambiará de partido en el gobierno el año entrante. Ya hace unas semanas comenté en este espacio que no hay encuesta que no favorezca abrumadoramente a Morena en la elección capitalina. Hay un desencanto enorme con el gobierno de Mancera. Prácticamente no hay rubro en las encuestas en el que no salga muy mal calificado. Su llegada, con una altísima aprobación, se ha convertido en un desplome, como el que no habíamos visto hace tiempo en los gobiernos capitalinos.
No todo es el tema de Mancera, claro. En realidad, el actual jefe de Gobierno carga con la lacra de la imagen perredista y de los despropósitos de 20 años de gobiernos perredistas encabezados por: Cuauhtémoc Cárdenas, que ya se salió del PRD; Rosario Robles, que ya se salió del PRD; Andrés Manuel López Obrador, que ya se salió del PRD; Marcelo Ebrard, que ya se salió del PRD, y del propio Miguel Ángel Mancera, que nunca ha estado en el PRD. Así las cosas.
En el caso de la otra oposición citadina: PAN y PRI prácticamente no existen, son de una mediocridad pavorosa. Pero hay en la población un buen número de personas que no nos queremos conformar con la opción radical para la ciudad. El PAN ha decidido, parece, haber renunciado a subir su votación en la ciudad y aliarse con el perredismo
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