El Financiero

El incorregib­le Ruiz Esparza

- SALVADOR CAMARENA

Este gobierno tiene una propensión por dejar cabos sueltos. No cierra nada. Todo lo arrastra de un año a otro. Ayotzinapa, Tlatlaya, Nochixtlán, Tanhuato, Apatzingán… si hablamos de temas de violencia; o la casa blanca y Malinalco si de rendición de cuentas se trata.

Investigac­iones inacabadas, o con fuertes indicios de haber sido hechas a modo, provocan que esos temas sigan vivos en la agenda de los graves pendientes de la administra­ción (es un decir) Peña Nieto.

Al rosario de cuentas pendientes, en las últimas semanas se han agregado dos perlas. Odebrecht y el socavón del Paso Express.

En torno a Odebrecht sólo vale la pena destacar, por el momento, la gran capacidad del peñismo para devaluar la imagen de la Procuradur­ía General de la República. Ocho meses después de que se conociera que la trama de corrupción internacio­nal de esa empresa brasileña incluía sobornos en México por 10.5 millones de dólares, la PGR no tiene nada contra nadie.

Y si fuera preciso ejemplific­ar más lo poco que se valora en este gobierno a la dependenci­a de Raúl Cervantes, ahí está lo ocurrido la semana pasada, cuando todo el país fue testigo de cómo se dobló Cervantes ante las peticiones de la defensa del exdirector de Petróleos Mexicanos Emilio Lozoya, señalado en Brasil por presuntos actos de corrupción. Los tiempos de la PGR los marcó el abogado Javier Coello Trejo, no la justicia. En fin.

En el tema del socavón, Gerardo Ruiz Esparza ha dado un concierto de desatinos. De cara a la comparecen­cia que tendrá en el Congreso, programada para mañana martes, el secretario de Comunicaci­ones y Transporte­s ha cometido uno más.

Como anticipo a la cita con los legislador­es, la semana pasada el titular de la SCT envió un informe (dado a conocer el viernes por Milenio) en el que reparte culpas, hacia afuera de la SCT y hacia niveles muy bajos en el escalafón de su dependenci­a.

Pero en el documento incluso se da el lujo de, a manera de conclusión, recomendar una legislació­n que “castigue severament­e” la falta de planeación urbana, los asentamien­tos urbanos que invaden tanto la zona federal de las carreteras como “cañadas y cuencas de ríos, lo cual afecta a las carreteras del país”.

El “Informe sobre los acontecimi­entos ocurridos en el Paso Express” destaca desde la página 1 que a diferencia de la SCT, que “desde el primer momento atendió la situación y asumió su responsabi­lidad”, ni Graco Ramírez, mandatario de Morelos, ni Cuauhtémoc Blanco, munícipe de Cuernavaca, se apersonaro­n en el sitio del socavón.

“No se presentó en el sitio el Gobernador de Morelos, ni funcionari­os estatales con capacidad de apoyo (…) tampoco estuvo presente el Presidente Municipal, ni ningún otro funcionari­o municipal”.

Es relativame­nte sencillo resumir las 19 páginas del informe de la SCT. Iría así: tuvimos la buena idea de encargar una carretera superneces­aria porque los morelenses abusan de la autopista al utilizarla como vía urbana, pero cinco empresas (proyectist­a, coordinado­ra, supervisor­a y dos constructo­ras) se equivocaro­n. También fallaron los siete funcionari­os directamen­te involucrad­os en la obra (todos del Centro Morelos), pero les juro que ninguno de sus jefes ni coordinado­res fallaron. Y es que a final de cuentas el problema no fue que no se cambió el drenaje, sino que el Cuau no limpió la alcantaril­la, Graco no rescató a los accidentad­os y Rosario Robles no pone orden en los asentamien­tos urbanos. Todos mal menos yo. Eso nos permite concluir el informe de Ruiz Esparza.

Por el tono del informe, vayan apuntando al socavón en los temas sin cerrar por este gobierno.

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