EL HOMBRE Y EL PROGRAMA
J. SÁNCHEZ SUSARREY
Primero el programa, luego el hombre, sentenció Jesús Reyes Heroles en 1975. Era presidente del PRI. Luis Echeverría no lo desautorizó, lo ridiculizó al destapar a López Portillo al margen del programa y del partido.
Ahora, en la XXII Asamblea Nacional del PRI, se ha reeditado la consigna. Suena y es igual de vacua que hace 42 años. Pero se adornó con una mesa de ‘visión de futuro’. Paradoja ridícula: este sexenio ha sido un ensayo sistemático de restauración.
Morena, por su parte, ha resuelto la cuestión sin siquiera plantearla: el programa es el hombre. No hay más. AMLO operará milagros en materia de violencia y combate a la corrupción. Sólo él puede salvarnos. Su sabiduría es infinita. Amén.
PAN y PRD, por su parte, embarcados en el proyecto del Frente Amplio, plantean que el programa sea la base y sustento del gobierno de coalición. Pero esa convergencia operará bajo el principio del mínimo común denominador, sin considerar las prioridades y urgencias que tiene el país.
En otras palabras, lo que está en el centro es la búsqueda del poder por el poder, no qué hacer con el poder. El programa, por lo mismo, interesa a la ciudadanía para determinar cuáles son las diferencias y cuál proyecto es realmente progresista. Ese juego de espejos se puede despejar exigiendo a los candidatos definiciones y compromisos.
Va, a continuación, un posible listado de preguntas y compromisos:
1. ¿Está usted de acuerdo en reducir el número de diputados y senadores?
2. ¿Impulsaría una ley para abatir el monto excesivo de recursos públicos que van a los partidos?
3. ¿Reformaría la ley electoral para eliminar la censura y la absurda reglamentación de los procesos electorales?
4. ¿Se compromete a perfeccionar el Sistema Nacional Anticorrupción dotando de completa autonomía al fiscal anticorrupción?
5. ¿Está en contra de cualquier forma de amnistía a quienes hayan cometido actos de corrupción practicando el principio de cero tolerancia?
6. ¿Emprendería una cruzada